27 de abril 2025
Segundo Domingo de Pascua.
Pastor: Miguel Ángel Moreno Villarroel
Lecturas: Salmo 118:14-29; Hechos 5:27-32; Apocalipsis 1:4-8; Juan 20:19-31
Tema de hoy: ¡Véanme Soy Yo, Su Maestro!
Nuestra predicación está basada en la lectura del evangelio para el día de hoy, Segundo Domingo de Pascua, y la misma se encuentra en el evangelio según Juan 20: 19-31
Así nos llega la noche del día domingo, los discípulos decidieron encerrarse llenos de terror por la persecución de los lideres judíos, así como también de las autoridades romanas; y esto es así porque hay un cuerpo desaparecido que no está en su tumba y debe ser ubicado, debe aparecer, ya que a los líderes hebreos no les convenía que se dijera que Jesús había resucitado, y por otro lado a las autoridades romanas les guiaba su responsabilidad formal ante el Emperador, proceso este, que era muy severo a la hora de juzgar estos casos.
La Palabra de Dios dice que Jesús entró y se puso en medio de los once discípulos; recordemos que para este momento, Judas el traidor, se había quitado la vida.
¿Cómo pudo ser esto posible si la puerta estaba cerrada? Bien, la explicación es muy sencilla y por todos conocida, Jesucristo es Dios y uno de los atributos de Dios es la de ser Omnipresente, esto significa que puede estar en todas partes y ante todos al mismo tiempo.
Muchas personas acostumbran juzgar desafortunadamente a los discípulos por haberse escondido; mas sus motivos eran serios, reales y de consecuencia fatales.
Es muy fácil juzgarlos; pero, cuántas veces nos ocultamos detrás de la máscara de la insensatez y, por omisión negamos conocer a Jesús; quizá alguien que necesita del consuelo del evangelio y nosotros guardamos silencio.
¿Será que somos mejores que los discípulos?
Continúa el Maestro y les da su paz, y les dice, que no pueden quedarse para siempre enclaustrados en sus casas, que deben ir al mundo a proclamar su victoria sobre la muerte y el pecado que la produce.
Les proporcionó la efectiva llenura del Espíritu Santo e instituyó el Oficio de las Llaves, que es el peculiar poder que nuestro Señor Jesucristo ha dado a su Iglesia de perdonar los pecados a los penitentes y de retener los pecados a los impenitentes mientras no se arrepientan.
Tomás no estaba cuando les visitó Jesús y él dijo que si no veía a Jesús, y comprobaba por él mismo las marcas que la crucifixión dejaron sobre su cuerpo no creería.
Una semana más tarde, volvió a aparecer Jesús, les dio su paz y, dirigiéndose a Tomás le invitó a tocar su cuerpo donde se suponía estaban sus heridas; sin embargo no fue necesario la comprobación. Creemos que este discípulo colmado de emoción y llanto, solamente exclamó, ¡mi Señor y mi Dios!
En este punto, siempre se menciona a Tomás como el discípulo incrédulo; pero, ¿es que alguno de ellos estaba claro en esperar la resurrección gloriosa de su Maestro? Basta mencionar al discípulo más amado (Juan); solo cuando entró en la tumba vacía fue que entendió lo que Jesús en tantas ocasiones les confesó.
¿Y nosotros? ¿Creemos firmemente en que Jesús ha resucitado, está a la derecha de Dios Padre y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos? ¿O somos como cualquiera de los discípulos que dudaron?
Hermanos, oremos a Dios Padre pidiendo que, cada vez que nos encerremos en la habitación de nuestra timidez y del qué dirán los demás, envíe a Jesús a nuestros corazones y nuestras vidas y, como cerrajero sorprendendente, traspase esas puertas y luego podamos exclamar ¡Mi Señor y mi Dios!
Amén. Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!