Era una mañana de un domingo cualquiera dentro del
calendario eclesiástico cristiano regular. La mujer de mediana edad profirió
unos gritos ininteligibles por la rabia que salía de su ser.
La mayoría de los asistentes al servicio dominical voltearon
sorprendidos.
La mujer había vociferado con temperamento ardiente en
contra del pastor de la iglesia.
Las personas al salir del edificio empezaron a preguntarse
con extrañeza «¡¿Qué había sido aquel momento tan desagradable que habían
vivido por unos instantes?!»
Pasado un tiempo pudimos conocer que todo el incidente
se debió a que, aquella persona tenía un familiar que necesitaba una formula oftalmológica,
y esperaba que la iglesia lo costeara en su totalidad con los fondos
procedentes de las ofrendas.
La persona que requería la “ayuda” y no la obtuvo en
la forma y momento exigido, optó por no ir más a la iglesia del presente relato.
Ese es solamente uno de los miles y miles de ejemplos
vivenciales, que se pueden observar en la iglesia de Cristo hasta el día de
hoy.
Personas que se hacen asiduas “visitantes” de una congregación,
esperando les resuelvan su vida económica.
Jesús, multiplicó los panes y los peces; pero también le
dijo a cierto tipo de seguidores «ustedes me siguen solamente porque les he
saciado su hambre».
Es cierto, hay momentos y situaciones específicas y
puntuales, en los cuales la iglesia partiendo de su amor y misericordia, puede y debe ayudar al desvalido.
Hermano, no te conviertas en forma vergonzosa y
abusadora, en una carga para la iglesia de Cristo. San Pablo lo dice bien claro
«el que no trabaje que no coma».
El fin último de la Iglesia de Cristo es, la salvaciónde las almas. No es solventar o suplantar la responsabilidad socioeconómica que
sólo a ti atañe. Amén.