22 de agosto 2021
Decimotercer Domingo Después de Pentecostés.
Pastor: Miguel Moreno
Lecturas: Salmo 34:
15-22; Josué 24: 1-2a, 14-18; Efesios 6: 10-20; Juan 6: 56-69
Tema de hoy: Palabras de Vida Eterna
Himnos: 06, 130, 305, 325, 665
Nuestra reflexión para el día de hoy Decimotercer Domingo
Después de Pentecostés, está basada en el pasaje del evangelio que se encuentra
en: Juan 6: 56-69 y es del siguiente tenor:
“El que come mi carne y bebe mi sangre, vive unido a mí, y yo vivo
unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene
vida, y yo vivo por él; de la misma manera, el que se alimenta de mí, vivirá
por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el
maná que comieron los antepasados de ustedes, que a pesar de haberlo comido
murieron; el que come de este pan, vivirá para siempre.
Jesús enseñó estas cosas en la sinagoga en Cafarnaúm.
Al oír estas enseñanzas, muchos de los que seguían a Jesús dijeron:
—Esto que dice
es muy difícil de aceptar; ¿quién puede hacerle caso?
Jesús, dándose cuenta de lo que estaban murmurando, les preguntó:
—¿Esto les
ofende? ¿Qué pasaría entonces, si
vieran al Hijo del hombre subir a donde antes estaba? El espíritu es el que da vida; lo carnal no sirve para nada. Y las
cosas que yo les he dicho son espíritu y vida. Pero
todavía hay algunos de ustedes que no creen.
Es que Jesús
sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién era el que lo
iba a traicionar. Y añadió:
—Por esto les
he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.
Desde entonces, muchos de los que habían seguido a Jesús lo dejaron, y ya
no andaban con él. Jesús les preguntó a los doce discípulos:
—¿También
ustedes quieren irse?
Simón Pedro le contestó:
—Señor, ¿a
quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros ya hemos creído, y sabemos que
tú eres el Santo de Dios.”
Oración
del día
Santo
Dios, tu palabra alimenta a tu pueblo con vida eterna. Dirige nuestras
elecciones y consérvanos en tu verdad, para que, renunciando a lo falso y a lo
malo, vivamos en ti, por tu Hijo, Jesucristo, nuestro Salvador y Señor.
Aclamación
al Evangelio
Aleluya. Señor, ¿a
quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Aleluya. (Juan 6:68)
Sermón
La predicación para hoy incluye dos versículos que vimos el pasado domingo en
los cuales observamos y aprendimos que:
Jesús enseña acerca de la Santa Cena del Señor, Partimiento del Pan,
Eucaristía o Santa Comunión, según los nombres con que se le conoce.
Nuestro Señor Jesucristo, manifiesta y nos adoctrina que: el que se
alimenta por su Palabra (no sólo de pan vivirá el Hombre, sino de toda Palabra
que sale de la boca de Dios) y participa de la Santa Cena del Señor, vivirá en
perfecta unión con él, al igual que él vive en perfecta unión con Nuestro Padre
celestial.
En esos dos versículos, Jesús vuelve a cotejar y explicarles a sus paisanos,
que no hagan de la tradición del pan comido en el desierto una reliquia, ya
que, todos los que comieron ese pan solamente se llenaron el estómago, pero finalmente
murieron.
El maestro nos ilustra amplia y sencillamente que: su pan, que es él
mismo dándose en su Palabra, en la cruz del Calvario y en la Santa Cena del
Señor, nos proporciona con plena seguridad, que viviremos eternamente, eso sí,
desde este mismo momento histórico, desde que creamos con corazones limpios y sinceros,
que Jesús es nuestro único Salvador confiable y perfecto.
En este pasaje también se puede apreciar, como la piedra que desecharon los
edificadores ha llegado a ser la piedra principal.
El Apóstol Pedro en: 1
Pedro 2:4-5 nos explica qué fue lo que le sucedió al auditorio que muestra esta
lectura para el día de hoy. Veamos.
“Acérquense, pues, al Señor,
la piedra viva que los hombres desecharon, pero que para Dios es una piedra
escogida y de mucho valor. De esta manera, Dios hará de ustedes, como de
piedras vivas, un templo espiritual, un sacerdocio santo, que por medio de
Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios.”
Estos israelitas, desecharon a la piedra viva. Les parecía una locura lo
que revelaba Dios.
Jesús les dice que, si murmuran por lo que les estoy diciendo, que será
entonces si vieran subir al Hijo de Dios a donde antes estaba.
Estos señores escuchaban la predicación con mente carnales; mas no
espirituales.
Podemos observar, si lo hacemos con cuidado, que; Dios sabe quien lo sigue
y sirve en Espíritu y verdad, y quien NO. Dios no puede ser engañado.
Cada uno de nosotros que ha llegado a creer en Jesús, lo ha logrado porque
Dios Padre se lo envió a su Hijo, Jesús.
Entonces, los hipócritas, la cizaña que había crecido alrededor de Jesús,
se fue, se separó de él, porque se vio descubierta.
Así sucede mucho en nuestras iglesias hoy en día. Las personas se cansan de
fingir, y un día cualquiera, ya no aparecen ni en esa iglesia a la que asistían,
ni en ninguna otra más.
Y como nadie puede estar junto a Jesús por obligación, interés mezquino o apariencias
sociales etc.; nuestro Señor les preguntó frontalmente ¿y ustedes, también quieren
irse?
Y Pedro respondió como deberíamos respondernos nosotros a diario, cuando la
tentación y la duda nos acosen, y sin necesidad que alguien nos pregunte.
«Señor,
¿a quién puedo ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Yo ya he creído, y sé que tú eres el
Santo de Dios»
Oremos: Dios Padre eterno, te rogamos con nuestros corazones dispuestos,
que siempre nos hagas reconocer, que no podemos ir a nadie más, porque sólo tú eres
la Palabra de vida eterna para nosotros.
Amén.
Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!
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