23 de junio de 2024
Quinto domingo después de Pentecostés
Pastor: Miguel Ángel Moreno Villarroel
Lecturas: Salmo 107:1-3, 23-32; Job 38:1-11; 2 Corintios 6:1-13; Marcos 4:35-41
Tema de hoy: Un Dios de pronto auxilio
Nuestra reflexión para el día de hoy Quinto Domingo Después de Pentecostés, está basada en el pasaje del evangelio que se encuentra en: San Marcos 4: 35-41
«Al anochecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos:
—Vamos al otro lado del lago.
Entonces dejaron a la gente y llevaron a Jesús en la barca en que ya estaba; y también otras barcas lo acompañaban. En esto se desató una tormenta, con un viento tan fuerte que las olas caían sobre la barca, de modo que se llenaba de agua. Pero Jesús se había dormido en la parte de atrás, apoyado sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron:
—¡Maestro! ¿No te importa que nos estemos hundiendo?
Jesús se levantó y dio una orden al viento, y dijo al mar:
—¡Silencio! ¡Quédate quieto!
El viento se calmó, y todo quedó completamente tranquilo. Después dijo Jesús a los discípulos:
—¿Por qué están asustados? ¿Todavía no tienen fe?
Ellos se llenaron de miedo, y se preguntaban unos a otros:
—¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar lo obedecen?»
Este pasaje también es mostrado por San Mateo y San Lucas con imperceptibles diferencias, lo que le otorga coincidencia y solidez en los hechos registrados por ambos evangelistas.
A través de los siglos el hombre ha sentido un terror ante el hecho natural de la muerte, así como, situaciones subsiguientes que pudieran surgir ante la misma; de tal forma que por mucho tiempo y en diferentes culturas, unas de las peores pesadillas era el ser sepultado, y luego despertar dentro de la urna.
El temor a la muerte se resalta en estos versículos de Marcos. El sentimiento más agotador en la mente, corazón y ánimo del ser humano, sin lugar a dudas es el de perder la vida.
Por otro lado, se muestra los grados en los cuales los discípulos guardaban la fe en Dios, así como, una negligencia de parte de Jesús quien tarda en socorrerlos.
El lago de Galilea, aunque circundado por montañas, es objeto de constantes tormentas.
Mientras sucede el fenómeno natural, los discípulos se desesperan, no hallan que hacer, ven hacia todos lados y no encuentran recurso ni herramientas adecuadas para proteger su preciada vida.
Observan en forma asombrada como su Maestro, despreocupadamente duerme con la cabeza recostada sobre una almohada. Jesús mediante el fisiológico uso del sueño, manifiesta humilde pero grandemente su naturaleza humana, él necesita dormir, para reponer las energías empleadas en un día largo y trabajoso.
No querían molestarlo, ellos entendían de la labor que su Señor había realizado en la jornada.
Hasta que llamaron a Jesús y él respondió, como promete Dios según leemos en Jeremías 33: 3 “Clama a mí y yo te responderé…”
Jesús sabía todo lo que estaba sucediendo, él no necesitaba el pronóstico del clima, ni una brújula o GPS, porque él es el único Dios omnisciente; él conoce todo y a todos, lo que pasó, lo que está aconteciendo y lo que sucederá.
A este punto despiertan a Jesús e inmediatamente regañó al viento, y dirigiéndose al mar le dijo que se quedara quieto, luego de lo cual hubo total calma.
Jesús es verdadero Dios, así que, ejerce dominio sobre su creación y, la naturaleza no se puede resistir a obedecerle. Aquí se aprecia claramente la omnipotencia de Dios, ante todo y en todos.
Lo que parecía una actitud negligente de parte de Jesús, en verdad podemos pensar que él estaba probando la fe de sus discípulos, y que la misma creciera en ellos con poder.
Los discípulos primero estaban asustados porque pensaban perderían sus vidas; mas luego se llenan de temor ante la presencia de la gloria de Dios, la manifestación de su dominio y majestad sobre todas las cosas, visibles e invisibles, animadas o inanimadas, él es Dios.
Oremos:
Dios Padre eterno, te rogamos de todo corazón, nos guíes con tu amor para tener valor ante las dificultades de nuestras vidas y clamar por tu respuesta, de tal manera que logremos descartar de nuestros pensamientos que, cuando tardas en contestar nuestras oraciones, no es porque seas un dios negligente, sino que deseas probar nuestra fe.
Amén. Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!
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