Revised Common Lectionary - Daily Readings

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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel

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Decimotercer domingo después de Pentecostés - Come mi cuerpo para vida eterna



18 de agosto de 2024

Decimotercer domingo después de Pentecostés

Pastor: Miguel Ángel Moreno Villarroel

Lecturas: Salmo 34:9-14; Proverbios 9:1-6; Efesios 5:15-20 Juan 6:51-58

Tema de hoy: Come mi cuerpo para vida eterna

Nuestra reflexión para el día de hoy decimotercer domingo después de Pentecostés, está basada en el pasaje del evangelio que se encuentra en: Juan 6: 51-58 y es del siguiente tenor:

“«Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo; el que come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propia carne. Lo daré por la vida del mundo.»

Los judíos se pusieron a discutir unos con otros:

—¿Cómo puede éste darnos a comer su propia carne?

Jesús les dijo:

—Les aseguro que, si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día último. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él; de la misma manera, el que se alimenta de mí, vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron los antepasados de ustedes, que a pesar de haberlo comido murieron; el que come de este pan, vivirá para siempre.”

***

El evangelista Juan, continúa la exposición narrativa que viene desde la alimentación de multitudes, hasta la revelación que de manera paulatina efectúa Jesús; tal vez pensando en la insensatez del alma y mente de sus escuchas.

Podemos pensar por un momento, que Jesús tenía sobreentendido que su auditorio, poseía más allá de un pensamiento tradicionalista embotado, corazones vacíos, que solamente creían en los rangos sociales, que proporcionaban estatus de superioridad; mas la humildad, relucía por su ausencia.

El leccionario programado para hoy, nos indica empezar en el versículo 51, el mismo en donde quedamos el pasado domingo; y esto es así, para marcarnos la atención y recordar en donde habíamos quedado.

Comer de Jesús significa tener fe completa y sincera de que él es Dios, y este creer da la vida eterna.

Esto es de sencilla comprensión para todos nosotros hoy en día. Pero deberíamos tratar de entender el pensamiento, que tenían los líderes y el mismo pueblo de Israel.

Esta nación se encontraba bajo la ocupación y dominio férreo de una potencia imperial, la romana; que los sometía con ordenanzas e impuestos inhumanos y casi impagables.

Luego de tantos siglos sin el advenimiento de profeta alguno, por supuesto que esperaban el Mesías prometido por Jehová, el Hijo de David; un reino que no tendría fin.

Sus sufridas vidas deseaban con ansias un vengador, que con un ejército de hombres, les quitara ese yugo tan fuerte que representaba el dominio romano, y de esta manera vivir vidas apacibles y abundantes en todos los sentidos.

Es necesario decir, que en sus mentes no veían en Jesús de Nazaret, el hijo de José y María, al líder aguerrido y sanguinario que deseaban, para emprender su venganza a magnitudes invencibles.

Mucho menos, entendían que Jesús prometiera dar su cuerpo por la vida del mundo.

Las palabras de Nuestro Señor Jesús, apuntaban hacia la cruz del Calvario. Un sacrificio de amor perfecto, por los pecados de todos quienes habitamos este mundo.

La pregunta que se hacen de: cómo puede éste darnos a comer de su cuerpo, tiene semejanza a la que le hacen Nicodemo y la mujer de Samaria.

¿Cómo puede un hombre volver a ingresar al vientre de su madre para volver a nacer? —dijera Nicodemo en forma expectante al Señor.

¿Señor de dónde vas a darme agua viva? —preguntó, dubitativamente, la mujer samaritana en su oportunidad.

En el texto que nos ocupa hoy, Jesús los intriga aún más porque, en pocas palabras les dice y asegura «Miren señores, si no comen mi cuerpo y beben mi sangre…ustedes definitiva e irremediablemente morirán».

Pero, el que hace lo que les estoy diciendo que hagan: tendrá vida eterna porque Yo, lo resucitaré en el día final; es decir, será vuelto a la vida para existencia eterna; mas ustedes, que no creen, serán resucitados para muerte y eterna perdición.

Seguidamente, empieza Jesús a hablar acerca de la Santa Cena del Señor, Partimiento del Pan, Eucaristía o Santa Comunión, según los nombres con que se le conoce.

El que se alimenta de Jesús por su Palabra (no sólo de pan vivirá el Hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios) y participa de la Santa Cena del Señor, vivirá en perfecta unión con él, al igual que Jesús vive en perfecta unión con Nuestro Padre celestial.

Por último, Jesús vuelve a comparar y aclararles a sus conciudadanos, que no hagan de la tradición del pan comido en el desierto una reliquia, ya que, todos los que comieron ese pan solamente se llenaron el estómago, pero murieron.

Su pan, que es, él mismo dándose en su Palabra, en la cruz del Calvario y en la Santa Cena del Señor, nos otorga con plena seguridad, que viviremos eternamente, eso sí, desde ya, desde que creamos con corazones limpios y sinceros, que Jesús es nuestro único Salvador confiable y perfecto.

Oremos: 

Dios Padre eterno, te pedimos con humildad y la sabiduría que sólo tú nos das, que siempre estemos deseosos de leer tu Palabra, y participar de la Santa Cena de Nuestro Señor Jesucristo, y así desde hoy vivir la vida eterna y, en el día final ser resucitados para vida abundante en tu presencia.

Amén. Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!


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