29 de diciembre 2024
Primer Domingo de Navidad.
Pastor: Miguel Ángel Moreno Villarroel
Lecturas: Salmo 148; 1 Samuel 2:18-20, 26; Colosenses 3:12-17; Lucas 2:41-52
Tema de hoy: ¡Señor Jesús, quédate en nuestras casas!
Nuestra reflexión para el día de hoy Primer Domingo de Navidad, está basada en el pasaje del evangelio que se encuentra en: Lucas 2: 41-52 y sobre el mismo podemos reflexionar lo siguiente:
Es importante señalar que esta narración es única y exclusiva de este evangelio de Lucas, no lo encontramos en ninguno de los otros tres.
Pasado el tiempo de Adviento y el día de la Natividad de nuestro Señor, hoy nos encontramos en el primer domingo después de Navidad.
Las personas cuando leen este pasaje lo primero que piensan y dicen es: ¿y dónde estuvo Jesús desde su nacimiento hasta los doce años? Y ahí comienza un mundo de especulaciones sacadas de las mentes de escritores muy creativos, quienes afirman que Jesús en esos años silenciosos estuvo en: Las pirámides de Egipto recibiendo todas las enseñanzas o que se lo llevó una nave extraterrestre y lo educó para cumplir su misión; en fin, las teorías de conspiraciones planetaria siempre han existido; pero nosotros nos ceñimos, aferramos y confiamos en el texto bíblico, sin agregar, sustraer, inventar o completar lo que no debe ni puede ser completado por nuestras mentes.
Esta historia es la única que va a romper el silencio de nuestro Salvador hasta el comienzo de su ministerio a los treinta y tres años, y la misma transcurre en el templo, el mismo templo en el que había sido presentado luego de los ocho días de nacido y de haber sido circuncidado. Ahora Jesús se les presentaba teniendo doce años de edad a los maestros de la ley.
Lucas nos relata que José y María iban anualmente a Jerusalén, a la fiesta de la Pascua en la cual se celebraba la liberación de la esclavitud del pueblo de Israel de manos de los egipcios, y la misma tenía lugar cada primavera.
Al concluir el festival de la Pascua, los padres de Jesús iniciaron el regreso a sus hogares confiando en que su hijo iba caminando con los peregrinos que habían ido a celebrar la fiesta.
Los padres luego de preocuparse y buscarlo no lo hallaron por ningún lado, y pensaron que tal vez el niño se había quedado entretenido jugando con otros niños o retenido contra su voluntad en Jerusalén.
Tuvieron que pasar tres días de angustia y desespero antes que pudieran encontrar a su hijo. Y, ¿qué había pasado con el joven? Pues, que Jesús se había quedado en el templo rodeado de los maestros de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
Podemos decir que Jesús los escuchaba con atención; pero también con mucha humildad de corazón. Y las preguntas que les hacía, suponemos con basamento bíblico, que no eran para generar discusión o contienda; sino por el contrario, del tipo de cuestionamientos que se hacen para buscar la respuesta correcta y lograr un aprendizaje o enseñanza sólidos.
También entendemos que los maestros de la ley le hacían preguntas, creemos que no eran desafiantes, sino producto de lo sorprendidos y maravillados que estaban de su inteligencia y sabiduría.
El hecho de que los maestros de la ley se sorprendieran con Jesús, estaba relacionado a que su edad era de doce años; es decir, él no tenía el tiempo necesario de vida como para saber tantas cosas y sobre todo sus correctas interpretaciones.
Tal vez se decían: «¿De dónde habrá sacado este jovencito tantos conocimientos y quién lo habrá educado?»
Bueno, ellos no sabían lo que dice el evangelio según Juan 1: 1: «En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios».
Sí, ese niño era el Verbo, la Palabra hecha Dios; ellos estaban hablando con el mismísimo Dios y no lo sabían, en esos doce años estaba comprendida en verdad la eternidad; en esos doce años estaba inserta en verdad la omnisciencia, esto es, el conocer todo, a todos y de todo; mas los maestros de la ley tampoco conocían esta realidad.
Luego la madre angustiada le pregunta a su hijo: ¿Por qué nos ha hecho esto?
Jesús responde con dos preguntas: «¿Por qué me buscan?» «¿No saben que tengo que estar en la casa de mi Padre?»
He conocido de niños que se han extraviado por pocos minutos en grandes concentraciones de personas y, al ser hallados, ellos responden en forma inocente a la pregunta hecha por María a Jesús: «¡Yo no estaba perdido, eran ustedes quienes estaban perdidos!» es para ellos una cuestión de perspectivas.
Nos dice Lucas, que los padres de Jesús no comprendieron lo que les quería dar a entender.
Hermano, ¿se ha perdido alguna vez Jesús, nuestro Salvador, de tu vida? ¿Cómo y cuándo ha sido eso así? ¿Por cuánto tiempo?
¿Quizá por una vida signada por el pecado en la que ya no sentimos comunión con Dios? ¿Tal vez la pérdida de un ser querido en forma inesperada y dejaste de confiar y creer en Dios?
Recuerda hermano, Jesús siempre va estar allí esperando por ti; somos nosotros quienes nos perdemos. Él siempre va estar en los sacramentos y en los medios de gracia; sí, búscalo en su Santa Palabra y en el Templo, porque él tiene que estar en la casa de su Padre.
Oremos:
Amantísimo Padre celestial, no permitas que nos perdamos de la presencia y comunión de nuestro Señor Jesucristo y, siempre recordemos en dónde encontrarlo.
Amén. Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!
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