03 de agosto 2025
Octavo Domingo Después de Pentecostés
Autor: Moreno Villarroel
Lecturas: Salmo 49:1-12; Eclesiastés 1:2, 12-14; 2:18-23; Colosenses 3:1-11; Lucas 12:13-21
Tema de hoy: Acumulemos riquezas en el Señor Jesucristo
Nuestra reflexión para el día de hoy Octavo Domingo Después de Pentecostés, está basada en el pasaje del evangelio que acabamos de leer en Lucas Capítulo 12, Versículos desde el 13 hasta el 21.
Como punto previo al evangelio, nos encontramos con el Salmo 49 que en sus doce primeros versículos toca el tema de la futilidad de confiar en la riquezas materiales y lo pasajero de la vida como para basarla en ellas.
El pasaje de Eclesiastés que escuchamos hoy, el Rey Salomón, a quien se le adjudica la autoría de este libro por inspiración del Espíritu Santo, nos marca la pauta al inicio al exclamar ¡Todo es vanidad! Luego continúa y nos hace saber que lo que nos va a plantear a lo largo del libro, es producto del arduo trabajo de investigación y estudio asignado por Dios. El autor se queja de de todo el esfuerzo y la acumulación de riquezas que de nada valen porque al morir pasarán a ser de otros.
La epístola que nos precedió hoy, nos muestra y enseña que debemos poner nuestra atención en las cosas celestiales porque ya no vivimos la otrora vida que solíamos vivir, hemos sido revestidos de una nueva naturaleza en Cristo nuestro Señor.
En el evangelio leído hoy, observamos que según la versión bíblica consultada nos vamos a encontrar como subtítulos a este pasaje: «El rico insensato» o también «El peligro de las riquezas». Este pasaje muestra dos episodios diferentes: Primero, un hombre entre la multitud que seguía a Jesús se dirige al él y le dice: Señor dile a mi hermano que me dé la parte de mi herencia; a lo que Jesús respondió: Amigo, ¿quién me ha puesto entre ustedes como partidor de herencias?
Este señor consideraba que, dada la autoridad moral y liderazgo de Jesús, este, podía influir determinantemente sobre la conducta del hermano que, se había quedado con todo el patrimonio que sus padres les habían dejado; mas la respuesta de Jesús es muy clara al hacerle entender al agraviado que en él no busque riquezas materiales producto del deseo egoísta, que él está sobre la tierra para buscar lo que se había perdido, llamar al pecador al arrepentimiento y darle vida eterna, no sin antes advertirle a todos los presentes que se cuidaran de toda manifestación y clase de avaricia; ya que la vida misma no se basa en tener muchas cosas materiales.
Hermanos, ¿de qué estamos pendientes nosotros?, ¿cuál es nuestra razón de existir, tal vez, contar dinero, posesiones y, sentirnos orgullosos y satisfechos de ellas?
La segunda escena nos la muestra Jesús en formato de parábola, y vemos a un sujeto que había tenido unos muy buenos resultados agrícolas y, entonces el hombre pensó qué haría con tanta producción; luego de lo cual procedería a derribar sus graneros, y construir otros de mayor tamaño y capacidad de almacenamiento. Más tarde se regocijaría diciendo: hombre, tienes mucho alimento guardado para muchos años por venir, así que, me divertiré, descansaré, comeré y beberé. Mas Dios le dijo, épale estúpido, esta noche vas a morir y te pregunto: de quién será toda la riqueza que has amasado. Así sucede con las personas que atesoran riquezas para sí mismas, pero llevan una vida pobre para con Dios.
Hermanos, ¿nos vemos reflejados en esta parábola? ¿Estamos prestos a guardar riquezas, hasta debajo del colchón? ¿Es nuestro dinero un ídolo para nosotros? ¿Hemos despreciado el adorar a Dios por adorar e ir tras el dinero o, cuál cosa material se ha convertido en nuestro único y verdadero Dios? ¿Hemos puesto nuestro corazón y mente en codiciar cosas materiales en lugar de buscar primero el reino de Dios y su justicia?, como leímos en el Salmo 49: 6-8 «Ellos confían en sus riquezas y se jactan de sus muchos bienes, pero nadie puede salvarse a sí mismo ni pagarle a Dios porque le salve la vida. ¡No hay dinero que pueda comprar la vida de un hombre para que viva siempre y se libre de la muerte!»
Hermanos, el problema con las cosas materiales se encuentra en poner nuestro corazón y mentes en ellas con tal afectación que dominen cada aspecto de nuestra existencia, sacando o anulando de esta manera a Dios y su presencia de nosotros. Tengamos presentes las palabras en Eclesiastés 1: 2 «¡Vana ilusión, vana ilusión! ¡Todo es vana ilusión! »
Oremos:
Dios de gloria y majestad, hoy queremos rogarte que estés presente en nuestras vidas, de tal forma que siempre nos guíes para no desviar nuestros deseos del corazón hacia cosas materiales, vanas y superfluas en detrimento de tu total adoración.


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