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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel

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Undécimo Domingo Después de Pentecostés - ¡Jesús, quita de mí el pecado que me encorva!



24 de agosto 2025

Undécimo Domingo Después de Pentecostés 

Autor:  Moreno Villarroel

Lecturas: Salmo 103:1-8; Isaías 58:9b-14; Hebreos 12:18-29; Lucas 13:10-17

Tema de hoy: ¡Jesús, quita de mí el pecado que me encorva!

Nuestra reflexión para el día de hoy Undécimo Domingo Después de Pentecostés, está basada en el pasaje del evangelio que acabamos de leer en Lucas Capítulo 13, Versículos desde el 10 hasta el 17.

En ciertas ocasiones, al preguntar por la vida o salud de alguien a quien tengo tiempo sin ver, he escuchado a mi interlocutor responder: —¡¿Ah?! ¿Fulanito? ¡Ese ya dobló! La primera vez que uno escucha esa expresión, pudiera pensar que el sujeto en cuestión ha muerto; pero no, al indagar un poco más comprendemos de las explicaciones ofrecidas por nuestro consultado que, la persona en sí, manifiesta los rigores del paso de los años, y que está tan añeja que camina con dificultad: doblada o encorvada.

Este caminar o estar de pie en esa forma, nos es exclusiva de las personas que han traspasado el límite de la tercera edad, ya que, también nos encontramos con niños y jóvenes que, en esa etapa de sus vidas muestran cierta curvatura en sus espaldas a nivel de los hombros y área cervical de la columna vertebral.

En una oportunidad, una amiga, quien tenía esta morfología, comentaba anecdóticamente y en son de broma, que ella en su corta vida, había roto tres aparatos correctores de posturas y soporte lumbar de material plástico para tratar de evitar esas posturas antiestéticas, sobre todo entre las féminas; de lo que podemos pensar que corregir esta malformación en sí, resulta bastante difícil por la ciencia médica, a menos, pudiera creer uno, que el afectado fuese sometido a alguna intervención quirúrgica 

En el pasaje del evangelio para hoy, nos encontramos con un Jesús que desempeña su papel de Maestro y predica en el templo, y ahí estaba una mujer con un espíritu de enfermedad por dieciocho años, ella estaba encorvada y no había manera de que ella se enderezara; pero Jesús la vio y la llamó para que se acercara a él y le dijo: «mujer, eres liberada de tu enfermedad» y luego él posó sus manos sobre ella, e instantáneamente ella fue enderezada, tras los cual glorificaba a Dios; ahora bien, al ver esto el director de la sinagoga mostró indignación porque el Señor había curado en el día sábado; y este dijo a la concurrencia que había seis días en los cuales se puede laborar; así que vengan y sean sanados en ellos; mas jamás en el día sábado de reposo.

En Isaías 58: 13 leemos: «Respeta el sábado, no te dediques a tus negocios en mi día santo».

¿Estaba Jesús dedicándose a algún negocio mercantil al curar de la esclavitud de su enfermedad a la mujer encorvada? 

Nuestro Señor Jesús, ante tal manifestación de indolencia del jefe de la sinagoga, por la necesidad de salud física y espiritual de esa señora, quien no había nacido con problemas de columna; sino que, como leemos, tenía dieciocho años que padecía la enfermedad; los encara y les dice con fervor, que ellos eran unos hipócritas, ya que, ellos hacían labores pequeñas e inevitables en el día que ellos mismos consideraban y malinterpretaban que debían estar totalmente inmóviles.

Jesús dice que: esa pobre mujer, descendiente de Abraham y por ello merecedora de los milagros y bienaventuranzas que produce Dios mediante la fe, debía ser desatada de las ataduras que como consecuencia natural produce el pecado en el ser humano; todo esto, sin importar que fuese en día de reposo.

En el Salmo 103: 3 leemos al Rey David inspirado por el Espíritu Santo: «Él es quien perdona todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades».

A la señora del pasaje, Jesús, quien es Dios verdadero, le perdonó de entrada todos sus pecados y; luego, procedió a reconstituir su estructura ósea con todo el poder con el que suele actuar Dios en sus hijos, según le plazca y se manifieste su misericordia. 

Hermanos, ¿somos como el jefe de la sinagoga, que aplicamos indistintamente la ley o predicamos más bien el evangelio todopoderoso de nuestro Señor Jesucristo a todos quienes nos rodean? ¿Consideramos y creemos que Jesús es más importante que guardar el día de reposo?

Hermanos, ¿hemos conocido a alguien que el pecado le tiene encorvado física o espiritualmente? ¿Qué hemos hecho al respecto? ¿Le hemos hablado de la promesa que reza: Dios es quien perdona todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades?

Oremos:

Amantísimo Padre celestial, permite distinguir la ley del evangelio, y diferenciar lo que realmente importa para mi vida en comunión con Dios.

Amén. Dios los bendiga, y recuerden: ¡¡Sólo Dios Salva!!


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