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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel

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Decimocuarto Domingo Después de Pentecostés - ¡Estaba perdido y tú me hallaste, Señor!



14 de septiembre 2025

Decimocuarto Domingo Después de Pentecostés 

Autor:  Moreno Villarroel

Lecturas: Salmo 51:1-10; Éxodo 32:7-14; 1 Timoteo 1:12-17; Lucas 15:1-10

 

Tema de hoy: ¡Estaba perdido y tú me hallaste, Señor!

 

La predicación para hoy, Decimocuarto domingo después de Pentecostés, está  centrada en la lectura del evangelio que acabamos de escuchar, y la misma se encuentra en el evangelio según San Lucas Capítulo 15 versículos desde el 1 hasta el 10.

 

Es muy común escuchar decir que las pérdidas son dolorosas y, hay quienes van más allá y clasifican los tipos de pérdidas en: materiales, físicas, afectivas etc.


Hay personas a quienes no les gusta para nada el perder, sobre todo tratándose de cosas materiales así sean de un valor ínfimo.


También hay personas a quienes no les agrada en lo absoluto ser el objeto de la pérdida, es decir, el estar perdidos. Para evitar el extraviarse geográficamente hablando, en el pasado, estas personas no iban hasta la ciudad más próxima sin un mapa de papel; hoy en día con el avance tecnológico, estos sujetos cambiaron ese trozo de papel por la orientación GPS, mapas en línea con internet  y. no se mueven hasta el próximo vecindario o caserío sin la ayuda de estos; en fin, no les gusta sentir la desagradable sensación de estar perdidos o no saber en donde se hallan para un momento determinado. Hay quienes ni siquiera se sienten cómodos cuando están desorientados y confundidos al estar en la presencia de lugares nuevos. Si van en tu automóvil pudieran decirte: y, ¡¿por dónde me estás metiendo?! ¡Me mareaste! 


Para el día de hoy, Jesús relata dos parábolas acerca de pérdidas: la oveja y la moneda perdidas; pero pudiéramos llamarlas, las parábolas de los perdidos.


Jesús echa mano de estas parábolas, porque los cobradores de impuesto y los pecadores murmuraban de que Jesús tenía trato con los pecadores y compartía comidas con ellos. 


Para esa poca recibir en tu morada y comer con alguien, significaba que tenías una amistad clara y, confiabas en esa persona como si de alguien moralmente aceptable se tratara.


Jesús les hace notar que hay personas que tienen necesidad de ser encontradas por Dios, porque están perdidas en el pecado y, en esos seres humanos es hacia donde debe ser dirigida su búsqueda. Dios nos busca a cada instante de nuestras vidas y nos llama mediante su palabra. Si nos reconocemos como pecadores como lo reconoce el rey David en el Salmo 51 y Pablo en su epístola a Timoteo, él, Dios, es justo y fiel para perdonarnos.


Tengamos cuidado de no volvernos rápidamente hacia nuestra antigua forma de vida y adoración a Dioses ajenos, como lo hicieron los Israelitas que leemos en el libro de Éxodo, en donde, si bien Moises con su ruego cambió la voluntad destructora de Dios, no es algo que nosotros por nuestra propia iniciativa podamos lograr; solamente confiando en la obra salvífica obtenida por nuestro Señor Jesucristo en la cruz podremos escapar de la perdición e ira eternas.


Hermanos, ya no tenemos que seguir perdidos, desorientados o deambulando por caminos oscuros sin esperanzas. Jesucristo nos ha traído de la perdición del pecado a una nueva vida de claridad y abundancias eternas junto a él.

Oremos:

Padre celestial, hoy te rogamos con humildad que nos encuentres cada día de nuestras vidas, para que no tengamos oportunidad alguna de perdernos o sentirnos desorientados.

Amén. Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!


Decimotercer Domingo Después de Pentecostés - Presupuesta nuestras vidas de servicio hacia ti, Señor



07 de septiembre 2025

Decimotercer Domingo Después de Pentecostés 

Autor:  Moreno Villarroel

Lecturas: Salmo 1; Deuteronomio 30:15-20; Filemón 1-21; Lucas 14:25-33

 

Tema de hoy: Presupuesta nuestras vidas de servicio hacia ti, Señor

 

La predicación para hoy Decimotercer domingo después de Pentecostés está basada en la lectura del evangelio que acabamos de leer, y la misma se encuentra en el evangelio según San Lucas Capítulo 14 versículo 25 hasta el 33.

 

Entre las obras arquitectónicas emblemáticas del siglo veinte de la ciudad de Caracas, entre otras, podemos encontrar una que llama grandemente la atención, por lo que pudo ser para la sociedad venezolana por su inigualable ubicación y modernidad para la época, su nombre, «El Helicoide».

 

«Su construcción se emprendió por una compañía privada durante el gobierno del entonces presidente Marcos Pérez Jiménez en 1956. La primera etapa de la obra concluyó en 1961. Fue diseñada por los arquitectos Pedro Neuberger, Dirk Bornhorst y Jorge Romero Gutiérrez. La idea contemplaba un centro comercial y exposición de industrias, un hotel cinco estrellas, un parque, un club de propietarios y en séptimo nivel un palacio de espectáculos. La particularidad de la obra era que los automóviles una vez ingresaran a la edificación por medio de rampas en ella se encontrarían locales comerciales con estacionamientos, estas rampas recorrerían 4 km en seis niveles bordeando la colina sobre la cual fue construida.

La paralización de las obras en 1961 se da por problemas de presupuesto». Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/El_Helicoide

 

En nuestro pasaje para el día de hoy, leemos que una gran multitud iba con Jesús y, repentinamente él se voltea y les dice: si alguien viene a mí y no odia a su padre y madre, esposa e hijos, hermanos y hermanas, inclusive su propia vida también, no puede ser mi discípulo; continúa diciendo Jesús: y quienquiera que no lleva su cruz y me siga, no puede ser mi discípulo.

 

La situación a dilucidar en este contexto es: ¿quién puede ser discípulo de Jesús?, y Nuestro Señor lo explica muy claramente: primero, quien pretenda ser seguidor de Jesús, debe amarlo con una intensidad mayor a la que tiene por sus seres queridos y por sí mismo, de tal manera que en contraposición pareciera que esta persona, efectivamente odia a su familia y a su propia persona, y segundo: la persona debe seguir a Jesús; pero, cargando su propia cruz, esto es, considerándose como el primer pecador y quien más necesita de su Salvador.

 

Hoy en día, muchas personas, «deciden» dicen ellos, seguir a Cristo por diferentes razones alegadas como motivo para hacer eso; pero a la menor prueba o cambio en las previsiones que se tenían de lo que es la vida de un cristiano, las personas abandonan su «devoción» y «fe» hacia Dios. Es por eso que Jesús continúa explicando: porque quién de ustedes, si quiere levantar una torre, no se sienta y reposadamente calcula los costos a ver si tiene suficientes recursos para concluirla, ya que, si construye las bases y luego no es capaz de terminarla, sería objeto de burlas.

Hermanos, ¿cómo o por cuáles razones hemos llegado a la iglesia? ¿Quién nos trajo y mantiene viniendo a la iglesia de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Nos trajo Dios y él nos mantiene aquí? Tengamos algo muy presente: Solamente cuando amamos de corazón a Nuestro Señor Jesucristo, podemos bendecir a otras personas que necesitan de su sanidad espiritual, así nos lo muestra el Apóstol Pablo en su carta a Filemón versículos 4 y 5 «Siempre doy gracias a mi Dios al acordarme de ti en mis oraciones, porque he tenido noticias del amor y la fe que tienes para con el Señor Jesús y para con todos los que pertenecen al pueblo santo».

 

A diferencia de lo sucedido con el Centro Comercial El Helicoide, Jesús nos enseña diciendo: qué rey que piensa hacer la guerra en contra de otro rey, no se sienta primero y considera si es capaz con diez mil hombres encontrase con el otro que viene con veinte mil soldados y, mientras el otro todavía está distante, él pueda enviar una delegación y solicitarle condiciones de paz.

 

Hermanos, Jesús nos habla y nos manda a hacer previsiones y presupuestos a la hora de optar por una vida de discipulado; debemos dejar todo atrás y vivir en el amor de Dios. La lectura del antiguo testamento para el día de hoy, Deuteronomio 30: 20 nos dice: «amen al Señor su Dios, obedézcanlo y séanle fieles, porque de ello depende la vida de ustedes y el que vivan muchos años en el país que el Señor juró dar a Abraham, Isaac y Jacob, antepasados de ustedes».

 

Nuestra iniciación en el mundo evangelizador, debe contener previsiones presupuestarias; esto es, con la finalidad de llevar una doctrina lo más pura posible. En los ejemplos señalados por Jesús, los protagonistas debieron emplear presupuestos de recursos materiales para llevar a buen término sus objetivos. En nuestro caso, tenemos que decir que, no solo se es necesario contar con logística dineraria, sino que, debemos empezar con el llamado de Dios a su reino para servirle y más específicamente para trabajar en la tarea evangelizadora. El llamado de Dios puede ser público o privado; pero siempre va a ser de recepción individual y personalísima.

 

En la conversión del Apóstol Pablo, nos encontramos que Jesús actúa directamente en él; lo escoge y después, lo capacita con el poder del Espíritu Santo. Dice el libro de Hechos de los Apóstoles en el capítulo 9 versículo 19, que, luego de su conversión, Pablo se quedó algunos días con los creyentes; luego empezó a proclamar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.

 

Hermanos, en el caso de Pablo, debemos creer que Dios hizo una excepción y colmó al Apóstol en forma instantánea de todos los recursos espirituales que necesitaba para emprender su ministerio.

 

Oremos:

Padre celestial, hoy te rogamos con humildad que seas tú quien nos capacite y llames a servirte en el tiempo oportuno que tú dispongas.

Amén. Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!