05 de octubre 2025
Decimoséptimo Domingo Después de Pentecostés
Autor: Moreno Villarroel
Lecturas: Salmo 37:1-9; Habacuc 1:1-4; 2:1-4; 2 Timoteo 1:1-14; Lucas 17:5-10
Tema de hoy: Una pequeña fe nos hace servir con humildad
Hermanos, ¿cuántas veces nos hemos equivocado en relación a algún producto o bien que, siendo de pequeñas dimensiones, luego resulta asombrar a la persona que lo adquirió?
Desde un medicamento contenido en una mínima pastilla hasta algún artefacto electrodoméstico que lo compramos sin mucho interés, y cuando los utilizamos nos sorprende con exagerado asombro su potencia o calidad, más allá de su tamaño y hasta precio pagado por éste.
También, tal vez, podemos haber conocido la frase en algún diálogo: «fulanita está medio embarazada, ante lo que la otra persona le responde: no se puede estar medio embarazada, eso no existe, o se está embarazada o no se está».
En la vida hay cosas que no se pueden valorar o predecir su ejecución por el tamaño que presenta.
Los discípulos consideraban que no podían vivir según las enseñanzas de Jesús y, menos en esa esfera social y religiosa en la que agradar a Dios estaba supeditada a cumplir la ley dada por el creador al pueblo de Israel.
Ellos, los discípulos, le piden a Jesús que les aumente la fe y él les da a entender que no existen grados de la fe, sino solamente la fe, la cual tiene tanto poder que puede desarraigar un árbol y ordenarle que se mueva, si con fe se lo pidieran.
No es nuestro estado de cuenta bancario ni nuestros estados de ánimo lo que respalda ni dirige nuestra fe para hacerla efectiva y suficiente, y de esta manera enfrentar el mal, el sufrimiento y los desafíos de la vida.
En el evangelio para hoy Jesús también enseña sobre de lo que no se debe esperar el recibir reconocimientos ni honores; por ejemplo: un trabajador que labora y se esfuerza más que sus compañeros, solamente debe aspirar a su paga al igual que los demás y, tener conciencia de que no le está haciendo ningún favor a su patrón, porque ha recibido una contraprestación por su obra, es decir, se le ha entregado su salario equivalente por los servicios prestados.
Esto quiere significar que la obediencia a Dios no se trata de logros o expectativas de premios o reconocimientos humanos, sino de cumplir la voluntad de Dios con humildad.
La gracia de Dios nos sostiene, nos llama a la obediencia humilde y nos fortalece para perseverar en medio de las dificultades y tentaciones y es bien sabido que nunca tendremos como pagarle a nuestro Señor.
Oremos:
Que Dios nos haga entender día a día que no necesitamos de emocionalidades para desarrollar nuestra fe y ver sus beneficios, y de esta manera servir en su reino sin esperar nunca nada a cambio porque él ya nos lo ha dado todo.
Amén. Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!


Excelente
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