15 de agosto 2021
Duodécimo Domingo Después de Pentecostés.
Pastor: Miguel Moreno
Lecturas: Salmo 34: 9-14;
Proverbios 9: 1-6; Efesios 5: 15-20; Juan 6: 51-58
Tema de hoy: Vivamos Unidos a Jesús
Himnos: 05, 129, 304, 324, 663
Nuestra reflexión para el día de hoy Duodécimo Domingo
Después de Pentecostés, está basada en el pasaje del evangelio que se encuentra
en: Juan 6: 51-58 y es del siguiente tenor:
“«Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo; el que come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propia carne. Lo daré por la vida del mundo.»
Los judíos se pusieron a discutir unos con otros:
—¿Cómo puede
éste darnos a comer su propia carne?
Jesús les dijo:
—Les aseguro que, si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día último. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él; de la misma manera, el que se alimenta de mí, vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron los antepasados de ustedes, que a pesar de haberlo comido murieron; el que come de este pan, vivirá para siempre.”
Oración
del día
Dios amoroso, tu Hijo se da a sí mismo como pan vivo para
la vida del mundo. Llénanos con tal conocimiento de su presencia que podamos
ser fortalecidos y sostenidos por su vida resucitada para servirte
continuamente, a través de Jesucristo, nuestro Salvador y Señor.
Aclamación
al Evangelio
Aleluya. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive unido a mí, y yo vivo unido a
él. Aleluya. (Juan 6:56)
Sermón
El evangelista Juan, continúa la exposición narrativa que viene desde la
alimentación de multitudes, hasta la revelación que de manera paulatina efectúa
Jesús; talvez pensando en la insensatez del alma y mente de sus escuchas.
Podemos pensar por un momento, que Jesús tenía sobreentendido que su
auditorio, poseía más allá de un pensamiento tradicionalista embotado,
corazones vacíos, que solamente creían en los rangos sociales, que proporcionaban
estatus de superioridad; mas la humildad, relucía por su ausencia.
El leccionario programado para hoy, nos indica empezar en el versículo 51,
el mismo en donde quedamos el pasado domingo; y esto es así, para marcarnos la
atención y recordar en donde habíamos quedado.
Comer de Jesús significa tener fe completa y sincera de que él es Dios, y este
creer da la vida eterna.
Esto es de sencilla comprensión para todos nosotros hoy en día. Pero deberíamos
tratar de entender el pensamiento, que tenían los lideres y el mismo pueblo de Israel.
Esta nación se encontraba bajo la ocupación y dominio férreo de una potencia-imperio,
el romano; que los sometía con ordenanzas e impuestos inhumanos y casi
impagables.
Luego de tantos siglos sin el advenimiento de profeta alguno, por supuesto
que esperaban el Mesías prometido por Jehová, el Hijo de David; un reino que no
tendría fin.
Sus sufridas vidas deseaban con ansias un vengador, que con un ejercito de
hombres, les quitara ese yugo tan fuerte que representaba el dominio romano, y
de esta manera vivir vidas apacibles y abundantes en todos los sentidos.
Es necesario decir, que en sus mentes no veían en Jesús de Nazaret, el hijo
de José y María, al líder aguerrido y sanguinario que deseaban, para emprender
su venganza a magnitudes invencibles.
Mucho menos, entendían que Jesús prometiera dar su cuerpo por la vida del
mundo.
Las palabras de Nuestro Señor Jesús, apuntaban hacia la cruz del Calvario.
Un sacrifico de amor perfecto, por los pecados de todos quienes habitamos este
mundo.
La pregunta que se hacen de: cómo puede este darnos a comer de su cuerpo,
tiene semejanza a la que le hacen Nicodemo y la mujer de Samaria.
¿Cómo puede un hombre volver a ingresar al vientre de su madre para volverá
nacer? —dijera Nicodemo en forma expectante al Señor.
¿Señor de dónde vas a darme agua viva? —preguntó dubitativamente, la mujer samaritana
en su oportunidad.
En el texto que nos ocupa hoy, Jesús los intriga aún más porque, en pocas
palabras les dice y asegura «Miren señores, si no comen mi cuerpo y
beben mi sangre…ustedes definitiva e irremediablemente morirán»
Pero, el que hace lo que les estoy diciendo que hagan: tendrá vida eterna
porque Yo, lo resucitaré en el día final; es decir, será vuelto a la vida para existencia
eterna; mas ustedes, que no creen, serán resucitados para muerte y eterna
perdición.
Seguidamente, empieza Jesús a hablar acerca de la Santa Cena del Señor,
Partimiento del Pan, Eucaristía o Santa Comunión, según los nombres con que se
le conoce.
El que se alimenta de Jesús por su Palabra (no sólo de pan vivirá el
Hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios) y participa de la
Santa Cena del Señor, vivirá en perfecta unión con él, al igual que Jesús vive
en perfecta unión con Nuestro Padre celestial.
Por último, Jesús vuelve a comparar y aclararles a sus conciudadanos, que
no hagan de la tradición del pan comido en el desierto una reliquia, ya que,
todos los que comieron ese pan solamente se llenaron el estómago, pero
murieron.
Su pan, que es, él mismo dándose en su Palabra, en la cruz del Calvario y
en la Santa Cena del Señor, nos otorga con plena seguridad, que viviremos
eternamente, eso sí, desde ya, desde que creamos con corazones limpios y sinceros,
que Jesús es nuestro único Salvador confiable y perfecto.
Oremos: Dios Padre eterno, te pedimos con humildad y la sabiduría que sólo
tu nos das, que siempre estemos deseosos de leer tu Palabra, y participar de la
Santa Cena de Nuestro Señor Jesucristo, para desde hoy vivir la vida eterna y,
en el día final ser resucitados para vida abundante en tu presencia.
Amén.
Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!