25 de agosto de 2024
Decimocuarto domingo después de Pentecostés
Pastor: Miguel Ángel Moreno Villarroel
Lecturas: Salmo 34:15-22; Josué 24:1-2a, 14-18; Efesios 6:10-20; Juan 6:56-69
Tema de hoy: ¿Señor, a quién podré ir?
Nuestra reflexión para el día de hoy decimocuarto domingo después de Pentecostés, está basada en el pasaje del evangelio que se encuentra en: Juan 6: 56-69 y es del siguiente tenor:
“El que come mi carne y bebe mi sangre, vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él; de la misma manera, el que se alimenta de mí, vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron los antepasados de ustedes, que a pesar de haberlo comido murieron; el que come de este pan, vivirá para siempre.
Jesús enseñó estas cosas en la sinagoga en Cafarnaúm.
Al oír estas enseñanzas, muchos de los que seguían a Jesús dijeron:
—Esto que dice es muy difícil de aceptar; ¿quién puede hacerle caso?
Jesús, dándose cuenta de lo que estaban murmurando, les preguntó:
—¿Esto les ofende? ¿Qué pasaría entonces, si vieran al Hijo del hombre subir a donde antes estaba? El espíritu es el que da vida; lo carnal no sirve para nada. Y las cosas que yo les he dicho son espíritu y vida. Pero todavía hay algunos de ustedes que no creen.
Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién era el que lo iba a traicionar. Y añadió:
—Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.
Desde entonces, muchos de los que habían seguido a Jesús lo dejaron, y ya no andaban con él. Jesús les preguntó a los doce discípulos:
—¿También ustedes quieren irse?
Simón Pedro le contestó:
—Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros ya hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios.”
***
La predicación para hoy incluye dos versículos que vimos el pasado domingo en los cuales observamos y aprendimos que:
Jesús enseña acerca de la Santa Cena del Señor, Partimiento del Pan, Eucaristía o Santa Comunión, según los nombres con que se le conoce.
Nuestro Señor Jesucristo, manifiesta y nos adoctrina que: el que se alimenta por su Palabra (no sólo de pan vivirá el Hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios) y participa de la Santa Cena del Señor, vivirá en perfecta unión con él, al igual que él vive en perfecta unión con Nuestro Padre celestial.
En esos dos versículos, Jesús vuelve a cotejar y explicarles a sus paisanos, que no hagan de la tradición del pan comido en el desierto una reliquia, ya que, todos los que comieron ese pan solamente se llenaron el estómago, pero finalmente murieron.
El maestro nos ilustra amplia y sencillamente que: su pan, que es él mismo dándose en su Palabra, en la cruz del Calvario y en la Santa Cena del Señor, nos proporciona con plena seguridad, que viviremos eternamente, eso sí, desde este mismo momento histórico, desde que creamos con corazones limpios y sinceros, que Jesús es nuestro único Salvador confiable y perfecto.
En este pasaje también se puede apreciar, como la piedra que desecharon los edificadores ha llegado a ser la piedra principal.
El Apóstol Pedro en: 1 Pedro 2:4-5 nos explica qué fue lo que le sucedió al auditorio que muestra esta lectura para el día de hoy. Veamos.
“Acérquense, pues, al Señor, la piedra viva que los hombres desecharon, pero que para Dios es una piedra escogida y de mucho valor. De esta manera, Dios hará de ustedes, como de piedras vivas, un templo espiritual, un sacerdocio santo, que por medio de Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios.”
Estos israelitas, desecharon la piedra viva. Les parecía una locura lo que revelaba Dios.
Jesús les dice que, si murmuran por lo que les estoy diciendo, que será entonces si vieran subir al Hijo de Dios a donde antes estaba.
Estos señores escuchaban la predicación con mente carnales; mas no espirituales.
Podemos observar, si lo hacemos con cuidado, que; Dios sabe quien lo sigue y sirve en Espíritu y verdad, y quien NO. Dios no puede ser engañado.
Cada uno de nosotros que ha llegado a creer en Jesús, lo ha logrado porque Dios Padre se lo envió a su Hijo, Jesús.
Entonces, los hipócritas, la cizaña que había crecido alrededor de Jesús, se fue, se separó de él, porque se vio descubierta.
Así sucede mucho en nuestras iglesias hoy en día. Las personas se cansan de fingir, y un día cualquiera, ya no aparecen ni en esa iglesia a la que asistían, ni en ninguna otra más.
Y como nadie puede estar junto a Jesús por obligación, interés mezquino o apariencias sociales etc.; nuestro Señor les preguntó frontalmente ¿y ustedes, también quieren irse?
Y Pedro respondió como deberíamos respondernos nosotros a diario, cuando la tentación y la duda nos acosen, y sin necesidad que alguien nos pregunte.
«Señor, ¿a quién puedo ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Yo ya he creído, y sé que tú eres el Santo de Dios»
Oremos:
Dios Padre eterno, te rogamos con nuestros corazones dispuestos, que siempre nos hagas reconocer, que no podemos ir a nadie más, porque sólo tú eres la Palabra de vida eterna para nosotros.
Amén. Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!