19
de junio 2022
Segundo Domingo Después de Pentecostés.
Pastor: Miguel Ángel Moreno
Villarroel
Lecturas: Salmo 22:19-28; Isaías 65:1-9;
Gálatas 3:23-29; Lucas 8:26-39
Tema de hoy: Jesús nos libera del mal y nos da nueva vida
Jesús y los discípulos navegan hacia el otro
lado del lago a la población de Gerasa frente a Galilea. Nada más poner Jesús
un pie en tierra, se le acercó un hombre que mostraba unas condiciones precarias
de vida, este andaba desnudo y no tenía casa para guarecerse, sino que vía
entre las tumbas. Este hombre no puede resistirse a la gloria de Dios y se desvanece
sobre sus dos rodillas y le ruega a Jesús que no se meta con él, reconociéndolo
a Jesús como a el Hijo del Dios altísimo, le suplica además que no lo aflija;
pero esto no era de gratis, el sujeto profería estos gritos porque Jesús le
estaba mandando al espíritu impuro que lo tenía poseído que saliera de él.
Hermanos, en este punto es propicio indicar
que muchos creyentes de diferentes denominaciones, al morir un familiar o ser
querido, optan por enterrarlo en el cementerio y no vuelven más, en la afirmación
de que, es muy peligroso para ellos, ya que allí, en los campos santos habitan espíritus
inmundos o demonios, tomando como único basamento este pasaje bíblico.
Este texto bíblico nos da un ejemplo de como se
mueven las situaciones desde el punto de vista espiritual. Vemos claramente,
como un ser humano poseído por un demonio, puede percibir y reconocer al Hijo
de Dios y su poder que emana de él y, en nuestra vida diaria, resulta dificilísimo
para algunas personas que, si bien no tienen demonios, el creer en Jesucristo
como verdadero Dios, Señor y Salvador, y así se les pasa vida, sintiendo y
viviendo vidas vacías; porque sencillamente decidieron endurecer sus corazones
y cerrar sus mentes al llamado del Espíritu Santo a creer y confiar en Dios.
Seguidamente, Jesús quiere saber el nombre de
la entidad a la cual se está enfrentando, creo que por practicidad en el
procedimiento de expulsión; mas él le respondió que se llamaba legión. En los
tiempos del Emperador Cesar Augusto, una legión estaba conformada por seis mil
soldados; pero lo que quería significar el demonio es que su número era
indeterminado.
Los muchos demonios rogaron a Jesús que no
los enviara al abismo, es decir al infierno, y viendo que había un hato de
cerdos en las cercanías, (según el evangelio de Marcos 5: 13, había ahí dos mil
cerdos), le pidieron que los dejara entrar en ellos. De este pasaje debemos
entender que los ángeles malos (demonios), no les gusta para nada el estar en
el fuego que nunca se apaga (el infierno), donde todo es llanto y dolor, y
prefieren tomar posesión o habitar en cuerpos vivos, sean de animales o
personas.
El agua de donde Jesús había rescatado a sus
discípulos vino a ser lugar de muerte de los discípulos del diablo. Jesús en
este relato muestra su poder sobre el diablo también sobre territorios paganos.
El hombre poseído nos señala la condición de
la cual nos rescata Nuestro Señor Jesucristo. Ese sujeto no podía curarse ni
librase el mismo de las ataduras que le impusiera satanás. Así, podemos confiar
en que Jesús nos libera de la esclavitud del pecado y una vida alejada de él y
esto es solo por fe.
Quienes cuidaban a los cerdos, habían salido
corriendo al pueblo a contar lo sucedido; cuando los pobladores llegaron,
vieron al hombre que había estado poseído mansamente sentado a los pies de
Jesús, al ver esto tuvieron miedo. Los que habían presenciado los hechos se los
contaron a los demás y estos le pidieron a Jesús que se fuera de ese lugar.
Hermano, este uno de los ejemplos que nos
muestra cómo, las personas por sus miedos e interés diversos, muchas veces
prefieren mantenerse alejados de Jesucristo. En este caso, hay un elemento
económico y es la pérdida de dos mil cerdos, que representaban para sus dueños
una perdida cuantiosa, tanto en dinero como en horas de trabajo empleados en su
crianza.
En nuestras vidas, siempre habrá un costo de
ser cristianos practicantes, lo más usual tal vez sean los «amigos» que ya no
quieran ser tus amigos; porque ya no hablas igual, piensas igual, vistes igual
que antes de que el Espíritu Santo obrara la fe en ti y cayeras mansamente a los
pies de Nuestro amado Señor Jesucristo.
Oremos:
Padre eterno, hoy venimos a ti confiando en que
tú nos sacarás de esta vida de deambular por sitios desiertos en el pecado y
nos mostrará tu resplandor, cambiarás nuestras vidas hacia un mejor vivir y
finalmente caeremos de rodillas a tus pies.
Amén. Dios los bendiga, y
recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!
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