28 de agosto de 2022
Duodécimo domingo después de Pentecostés.
Pastor: Miguel Moreno
Lecturas: Salmo 112; Proverbios 25:6-7; Hebreos 13:1-8, 15-16;
Lucas 14:1, 7-14
Tema de hoy: La humildad me hace más digno de ti, Señor.
La predicación para hoy, Duodécimo domingo
después de Pentecostés está basada en la lectura del evangelio que acabamos de
leer, y la misma se encuentra en el evangelio según San Lucas Capítulo 14
versículo 1 y desde el 7 hasta el 14.
El atleta olímpico era seguido por las
cámaras de televisión que transmitían en directo para todo el planeta, el joven
se dirigió hacia el pódium y subió al escaño identificado con el numero «1». En
su rostro se reflejaba el orgullo y la emoción por haber desempeñado el mejor
papel en todas las pruebas que había realizado. Sus coterráneos en las tribunas
le vitoreaban, exhibiendo banderas de su país y su nombre con frases alegóricas
a la hazaña lograda.
Repentinamente, se mostraba en las pantallas
de televisión, como se acercaba alguien hasta el campeón y le decía algo al oído;
luego de lo cual, el atleta descendió de su pedestal con la cabeza gacha y su
rostro bañado en lágrimas.
Los locutores que comentaban el evento, se preguntaban
qué sucedía, prometiendo averiguar y comentarlo con la audiencia; a los pocos
minutos el locutor informaba que el atleta hace poco ovacionado, había sido
descalificado de todas las actividades en las que había competido, debido a que
había dado positivo en los exámenes antidoping y, que, al haber utilizado
sustancias prohibidas en el desempeño de sus habilidades, esa era la sanción
que recibía. ¡Qué vergüenza habrá sufrido el atleta que, luego de ser ensalzado
por todos, terminó siendo despreciado y humillado en su amor propio y orgullo!
Para el día de hoy nos encontramos que: Jesús
en día de reposo acepta una invitación a comer en la residencia de un líder del
partido religioso de los fariseos y, estando departiendo con los otros
comensales, a la distancia estaban otros fariseos observando atentamente a
Jesús con la intención de espiarle.
Los invitados que iban llegando escogían los
mejores asientos, tanto por su comodidad como por su cercanía a los alimentos y
bebidas, así como también, por la proximidad a quienes presidían el evento
social.
Luego de presenciar esto, Jesús empezó a
enseñarles sobre algo que ha ido desapareciendo a lo largo del tiempo en que la
civilización ha ido actuando, «la humidad y la prudencia».
El Maestro eterno les dice: cuando te inviten a algún evento, cuida de no sentarte en los asientos destinados a las personas más importantes, ya que, pudiera llegar algún invitado que, según el parecer del anfitrión, resulte más importante que tú y, entonces, al igual que el atleta que hizo trampas, sentirás vergüenza y humillación. En el libro de Proverbios leído hoy, dice en sus versículos 6 y 7: «No te des importancia ante el rey, ni tomes el lugar de la gente importante; vale más que te inviten a subir allí, que ser humillado ante los grandes señores».
Jesús no solo nos dice lo que no debemos hacer,
sino que también explica el Proverbio y nos muestra cómo proceder socialmente
ante una invitación: Siéntense el último lugar para cuando llegue quien les invitó,
si es su deseo, te diga: amigo, qué haces ahí, ven, acércate y siéntate en esta
silla destinada a las personas importantes para mí. De esa forma, los otros
convidados, te honrarán como a alguien a ser tomado en cuenta. «Porque el que a
sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido».
Hermano, ¿usualmente procedemos socialmente con
humildad como nos indica Dios? ¿O somos faranduleros, roba cámaras o nos creemos
con atribuciones que nadie nos ha concedido? ¿Hemos hecho el ridículo y
hazmerreir en ciertas ocasiones por este tipo de conductas?
Los términos: «humillado», «humilla», usados
en el pasaje para hoy, muchas veces es mal interpretado por la generalidad de
los cristianos; ellos piensan que, si alguien debe humillarse, es porque
necesariamente va a abandonar cualquier rastro de honra y dignidad humana que
tenga; pero esto no es así, el termino en sí, se refiere a conducirse con humildad,
tratando a los demás como quisiéramos que nos trataran a nosotros, viendo en el
prójimo a un hijo de Dios, creado a su imagen y semejanza.
Finalmente, nuestro amado Jesús nos pide que cuando
celebremos eventos sociales, no invitemos solamente a quienes nos
corresponderán con una invitación parecida, sino que, fijemos nuestra mirada en
los desvalido y necesitados de nuestra sociedad, ya que ellos no podrán
retribuirnos el trato recibido y, será el mismísimo Dios de gloria que nos
recompensará en el día final.
Si bien la salvación del ama no se obtiene
por obras «para que nadie se gloríe» Jesús promete que las personas que sean
obsequiosas con sus semejantes como producto de la fe que mora en ellos,
recibirán la recompensa que solo para ellos estrá destinada.
Hermano, ¿A quiénes invitamos a nuestras
reuniones sociales? ¿A los que nos perfilaran como personas importantes? ¿hemos
invitado a los desvalidos de este mundo, aquellos de quienes la gente no quiere
saber nada?
Oremos:
Amado Dios de la eternidad, permite que la
humildad sea la constante guía en nuestras vidas de la mano de nuestro Señor Jesucristo
y, que consideremos convidar a los desvalidos del mundo a nuestras reuniones,
tal como tú nos lo pides.
Amén. Dios los bendiga, y
recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!
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