Vigésimo quinto domingo después de Pentecostés.
Pastor: Miguel Moreno
Lecturas: Salmo 90:1-8; Sofonías 1:7, 12-18; 1 Tesalonicenses 5:1-11; Mateo 25:14-30
Tema de hoy: Aprendamos a utilizar los dones otorgados por Dios
Queridos hermanos en Cristo, hoy tenemos otra bella e interesante parábola de nuestro maestro, que nos guiará hacia verdades que nos afectan y rigen en el diario vivir.
La lectura del evangelio empieza de la misma forma que la parábola del pasado domingo, ... sucederá también con el reino de los cielos... entonces, Jesús nos cuenta que un hombre próximo a partir a otra nación, llamó a sus empleados y les encargó el cuidado de sus finanzas.
A uno de ellos le confió cinco mil monedas, a otro dos mil y al tercero mil, a cada uno según su capacidad, luego de lo cual se fue.
Así las cosas, los dos primeros sujetos hicieron negocios con el dinero recibido, mas el tercero, que recibió mil monedas escondió el dinero bajo tierra.
Pasado un tiempo el jefe regresó, y pidió que le rindieran cuentas acerca de la administración del dinero dado en custodia.
El primero de ellos entregó al jefe el doble de las monedas recibidas; el segundo, que le habían sido confiadas dos mil monedas entregó otro tanto a su patrón; mas el tercero que había recibido mil monedas, le devolvió las mismas mil monedas y excusándose dijo, que él sabía que su jefe era un señor duro, que cosecha donde no sembró y recogía donde no esparció, por eso tuve miedo y fue y escondió el dinero bajo tierra.
El patrón, evidentemente molesto, le dijo: eres un empleado malo y perezoso, porque si sabías como soy yo cosecho donde no siembro y recojo donde no esparzo, debiste haber llevado mi dinero al banco y por lo menos hubiese obtenido un interés en retribución. Luego dijo que le quitaran las monedas y se la dieran al que tenía diez mil, porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, pero al que no tiene hasta lo poco que tiene se le quitará. Y a este empleado inútil échenlo fuera a la oscuridad, donde será el llanto y la desesperación.
Este pasaje de Jesús presenta imágenes escatológicas aplicables desde ya en nuestras vidas. El jefe que se va de viaje es nuestro Señor Jesuscristo que ascendió a los cielos; los empleados somos nosotros los creyentes, devotos, cristianos practicantes en fin como queramos llamarlo. Mas la pregunta que surge acerca de esta parábola es: ¿qué representa las monedas entregadas y confiadas por el jefe a nosotros?
Hay quienes piensan que se trata solamente de los dones de que habla el Apóstol Pablo en la epístola a los Corintios: 1 Corintios 12: 4-13; otros piensan que no sólo se debe considerar los dones dados por el Espíritu Santo sino también los talentos que nos concede Dios.
Efectivamente, debemos considerar e identificar a las monedas con los dones del Espíritu Santo (Dios) y talentos con los que nos ha creado Dios Padre.
¿Qué nos quiere enseñar Dios en este relato?
Creo que en una vertiente, muestra que debemos desarrollar y multiplicar tantos los dones como los talentos en la obra del reino de los cielos y, en la otra vertiente, tener presente que el jefe (Jesuscristo en su segunda venida) puede llegar en cualquier momento a exigir rendición de cuentas sobre el uso de los dones otorgados.
Y, en nuestra vida secular tambien debemos intentar con nuestra mejor disponibilidad, el cumplir con nuestras labores en nuestros puestos de trabajo. Debemos hacer nuestras tareas de la mejor forma que esté a nuestro alcance, sin flojera o tomando atajos para no hacer nada o hacer lo mínimo.
Recordemos a lo que nos conmina Dios por medio del apóstol Pablo en su carta a los colosenses 3:23: «Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres».
Hermanos, ¿hemos guardado por timidez, miedo o pereza algún don o talento dado por Dios? ¿Hemos pasado nuestra vida sin tratar de desarrollar alguna habilidad para ayudar a nuestro prójimo y de esta manera sea alabado el nombre glorioso de nuestro creador? ¿Trabajamos solo cuando nos presiona nuestro jefe o supervisor inmediato? Reflexiones en eso, hermanos.
Oremos:
Roguemos a Dios para que logremos desarrollar y multiplicar los dones y talentos concedidos por él para la expansión de su reino, y no tener que ser echados a la oscuridad eterna, donde habrá llanto y desespero.
Amén. Dios los bendiga. Y recuerden: ¡Solo Dios Salva!
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