04 de septiembre de 2022
Decimotercer
domingo después de Pentecostés.
Pastor:
Miguel Moreno
Lecturas:
Salmo 1; Deuteronomio 30:15-20; Filemón 1-21; Lucas
14:25-33
Tema de
hoy: Solo Quiero Atender a tu Llamado, Señor
La predicación para hoy Decimotercer domingo
después de Pentecostés está basada en la lectura del evangelio que acabamos de
leer, y la misma se encuentra en el evangelio según San Lucas Capítulo 14
versículo 25 hasta el 33.
Entre las obras arquitectónicas emblemáticas del
siglo veinte de la ciudad de Caracas, entre otras, podemos encontrar una
que llama grandemente la atención, por lo que pudo ser para la sociedad
venezolana por su inigualable ubicación y modernidad para la época, su nombre, «El
Helicoide».
«Su construcción
se emprendió por una compañía privada durante el gobierno del entonces
presidente Marcos Pérez Jiménez en 1956. La primera
etapa de la obra concluyó en 1961. Fue diseñada
por los arquitectos Pedro Neuberger, Dirk Bornhorst y Jorge
Romero Gutiérrez. La idea contemplaba un centro comercial y exposición
de industrias, un hotel cinco estrellas, un parque, un club de propietarios y
en séptimo nivel un palacio de espectáculos. La particularidad de la obra era
que los automóviles una vez ingresaran a la edificación por medio de rampas en
ella se encontrarían locales comerciales con estacionamiento, estas rampas
recorrerían 4 km en seis niveles bordeando la colina sobre la cual fue construida.
La paralización
de las obras en 1961 se da por problemas de presupuesto». Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/El_Helicoide
En nuestro pasaje para el día de hoy, leemos
que una gran multitud iba con Jesús y, repentinamente él se voltea y les dice:
si alguien viene a mí y no odia a su padre y madre, esposa e hijos, hermanos y
hermanas, inclusive su propia vida también, no puede ser mi discípulo; continúa
diciendo Jesús: y quienquiera que no lleva su cruz y me siga, no puede ser mi
discípulo.
La situación a dilucidar en este contexto es:
¿quién puede ser discípulo de Jesús?, y Nuestro Señor lo explica muy
claramente: primero, quien pretenda ser seguidor de Jesús, debe amarlo con una
intensidad mayor a la que tiene por sus seres queridos y por sí mismo, de tal
manera que en contraposición pareciera que esta persona, efectivamente odia a
su familia y a su propia persona, y segundo: la persona debe seguir a Jesús;
pero, cargando su propia cruz, esto es, considerándose como el primer pecador y
quien más necesita de su Salvador.
Hoy en día, muchas personas, «deciden» dicen
ellos, seguir a Cristo por diferentes razones alegadas como motivo para hacer
eso; pero a la menor prueba o cambio en las previsiones que se tenían de lo que
es la vida de un cristiano, las personas abandonan su «devoción» y «fe» hacia
Dios. Es por eso que Jesús continúa explicando: porque quién de ustedes, si
quiere levantar una torre, no se sienta y reposadamente calcula los costos a
ver si tiene suficientes recursos para concluirla, ya que, si construye las
bases y luego no es capaz de terminarla, sería objeto de burlas.
Hermanos, ¿cómo o por cuáles razones hemos
llegado a la iglesia? ¿Quién nos trajo y mantiene viniendo a la iglesia de Nuestro
Señor Jesucristo? ¿Nos trajo Dios y él nos mantiene aquí? Tengamos algo muy
presente: Solamente cuando amamos de corazón a Nuestro Señor Jesucristo,
podemos bendecir a otras personas que necesitan de su sanidad espiritual, así
nos lo muestra el Apóstol Pablo en su carta a Filemón versículos 4 y 5 «Siempre doy gracias a mi Dios al acordarme de ti en mis oraciones, porque
he tenido noticias del amor y la fe que tienes para con el Señor Jesús y para
con todos los que pertenecen al pueblo santo».
Continúa diciendo Jesús: qué rey que piensa
hacer la guerra en contra de otro rey, no se sienta primero y considera si es
capaz con diez mil hombres encontrase con el otro que viene con veinte mil
soldados y, mientras el otro todavía está distante, él pueda enviar una delegación
y solicitarle condiciones de paz.
Hermanos, Jesús nos habla y nos manda a hacer
previsiones y presupuestos a la hora de optar por una vida de discipulado;
debemos dejar todo atrás y vivir en el amor de Dios. La lectura del antiguo
testamento para el día de hoy, Deuteronomio 30: 20 nos dice: «amen al Señor su Dios,
obedézcanlo y séanle fieles, porque de ello depende la vida de ustedes y el que
vivan muchos años en el país que el Señor juró dar a Abraham, Isaac y Jacob,
antepasados de ustedes».
Nuestra iniciación en el
mundo evangelizador, debe contener previsiones presupuestarias; esto es, con la
finalidad de llevar una doctrina lo más pura posible. En los ejemplos señalados
por Jesús, los protagonistas debieron emplear presupuestos de recursos
materiales para llevar a buen término sus objetivos. En nuestro caso, tenemos
que decir que, no solo se es necesario contar con logística dineraria, sino que,
debemos empezar con el llamado de Dios a su reino para servirle y más
específicamente para trabajar en la tarea evangelizadora. El llamado de Dios
puede ser público o privado; pero siempre va a ser de recepción individual y personalísima.
En la conversión del Apóstol
Pablo, nos encontramos que Jesús actúa directamente en él; lo escoge y después,
lo capacita con el poder del Espíritu Santo. Dice el libro de Hechos de los
Apóstoles en el capítulo 9 versículo 19, que, luego de su conversión, Pablo se
quedó algunos días con los creyentes; luego empezó a proclamar en las sinagogas
que Jesús es el Hijo de Dios.
Hermanos, en el caso de
pablo, debemos creer que Dios hizo una excepción y colmó al Apóstol en forma instantánea
de todos los recursos espirituales que necesitaba para emprender su ministerio.
Oremos:
Padre celestial, hoy te rogamos con humildad
que seas tú quien nos capacite y llames a servirte en el tiempo oportuno que tú
dispongas.
Amén. Dios los bendiga, y
recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!