13 de junio 2021
Tercer Domingo Después de Pentecostés.
Pastor: Miguel Moreno
Lecturas: Salmo 92: 1-4, 12-15; Ezequiel 17: 22-24; 2 Corintios 5: 6-10, 14-17; San Marcos 4: 26-34
Tema de hoy: Un Reino Aparejado a la Humildad
Himnos: 102; 115; 116; 118; 139
Nuestra reflexión para el día de hoy Tercer Domingo Después
de Pentecostés, está basada en el pasaje del evangelio que se encuentra en: San Marcos 4: 26-34
“Jesús dijo también: «Con el reino de Dios sucede como con el hombre que
siembra semilla en la tierra: que lo mismo da que esté dormido o despierto, que
sea de noche o de día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo. Y es que
la tierra produce por sí misma: primero el tallo, luego la espiga y más tarde
los granos que llenan la espiga. Y cuando ya el grano está maduro, lo recoge,
porque ha llegado el tiempo de la cosecha.»
También dijo Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios, o con qué podremos
compararlo? Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la
más pequeña de todas las semillas del mundo, pero una vez sembrada, crece y se
hace mayor que todas las otras plantas del huerto, con ramas tan grandes que
hasta las aves pueden posarse bajo su sombra.»
De esta manera les enseñaba Jesús el mensaje, por medio de muchas parábolas
como éstas, según podían entender. Pero no les decía nada sin parábolas, aunque
a sus discípulos se lo explicaba todo aparte.”
Así vemos en el evangelio para el día de hoy, dos parábolas que tratan sobre
la agricultura, la unión del hombre con la naturaleza para su deleite,
desarrollarse en su trabajo diario y obtener el sustento en su vida, tanto para
él como para su familia y, en fin, toda la sociedad.
La primera parábola solamente es plasmada en el evangelio de Marcos. Jesús
nos enseña como es el proceso natural en el reino de Dios.
Su desarrollo es semejante al hombre que siembra una semilla, quien, estando
dormido o despierto, sea de noche o de día, la semilla, crece y llega a dar el
fruto que corresponda, sin que él esté afanado ni pendiente de ella las
veinticuatro horas del día.
Me hace recordar el himno cristiano que dice, “Yo sembré, Apolos regó, pero
el crecimiento lo da Dios…”
Así es el reino de los cielos, por más que pensemos que nuestro
aporte es minúsculo, nunca sabremos con certeza adónde va a terminar, así como,
la magnitud que tomará la siembra realizada.
Existen muchas personas que se equivocan con la Iglesia
de nuestro señor Jesucristo, pensando que ésta es un club social, se desbocan
en acciones alejadas del verdadero sentir cristiano y, luego de tanto esfuerzo,
piensan que fue la voluntad de Dios que sus actos no trajeran progreso a la
comunidad de Dios.
Pero lo que realmente sucede es que, las intenciones del
corazón estuvieron alejadas del deseo y mandato de Dios, según lo contemplado
en las sagradas escrituras.
Hay casos en los cuales, estos hermanos después de tanto esfuerzo,
al sentir que no son tomados en cuenta por su dedicación, deciden irse de la
iglesia y al mismo tiempo sonsacar a un grupo de creyentes a irse con él.
Estas son personas que trabajan por el reconocimiento
humano, mas no, como si sirvieran a Cristo.
Esta enseñanza de la primera parábola, no sólo es
aplicable al reino de Dios, sino también al desarrollo de nuestras propias
vidas, cosecharemos lo que sembramos y cómo lo sembramos.
En nuestro diario vivir, la clave se encuentra en lo que
sembramos y su forma.
Si sembramos cosas provechosas y pensando en el bien tanto
propio, como en el de los demás, así como, de una manera sólida e industriosa,
con la idea de que somos un ecosistema y que nuestras iniciativas individuales
afectan de una u otra forma a nuestro prójimo y la sociedad en general, la
siembra será todo un éxito y los frutos a cosechar en cantidad y calidad.
Hagamos lo mejor de nosotros mismos y dejemos a Dios cumplir
con su parte, sea en el trabajo para su reino como en nuestra vida secular,
dejando aun lado las preocupaciones estériles e innecesarias.
En la segunda parábola Dios nos quiere mostrar entre
muchas otras ideas que, la mayoría de las veces pensamos que, para trabajar en su
reino debemos ser unos grandes personajes, profesionales especializados o
empezar con Iglesias en grandes construcciones etc.
Sin embargo, esto nos es necesariamente así. Creo que Jesús
quiso hacer una distinción que tocara la mentes y corazones de sus escuchas,
quienes venían del conocimiento de un antiguo testamento que, asimilaba la fuerza,
majestad y grandeza con los imponentes arboles como el cedro y en especial los
del Líbano.
Una congregación, muy bien puede iniciar sus actividades
en una casa, yo, personalmente tuve la oportunidad de ver en la Isla de
Margarita – Venezuela, una feligresía reunida bajo la sombra de un árbol, no
recuerdo la especie, pero no era del tipo frondoso.
Lo realmente importante es, que nos adecuemos a la
voluntad de Dios para que su reino crezca a dimensiones que solamente él determinará.
Oremos: Dios Padre eterno, te rogamos de todo corazón,
que nos muestres las oportunidades para sembrar en tu reino y, nos hagas
entender que no es nuestra voluntad lo que hace crecer tus designios sino tu
gran poder.
Amén. Dios los bendiga, y
recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!
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