27 de junio 2021
Quinto Domingo Después de Pentecostés.
Pastor: Miguel Moreno
Lecturas: Salmo 30; Lamentaciones 3: 22-33; 2 Corintios 8: 7-15
Marcos 5: 21-43
Tema de hoy: ¿Un Dios como la “Lampara de
Aladino”?
Himnos: 149, 150, 158, 184, 186
Nuestra reflexión para el día de hoy Quinto Domingo Después
de Pentecostés, está basada en el pasaje del evangelio que se encuentra en: San Marcos 5: 21-43
“Cuando Jesús
regresó en la barca al otro lado del lago, se le reunió mucha gente, y él se
quedó en la orilla. En esto llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado
Jairo, que al ver a Jesús se echó a sus pies y le rogó mucho, diciéndole:
—Mi hija se está muriendo;
ven a poner tus manos sobre ella, para que sane y viva.
Jesús fue con él, y mucha
gente lo acompañaba apretujándose a su alrededor. Entre la multitud había una
mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre. Había
sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, sin
que le hubiera servido de nada. Al contrario, iba de mal en peor. Cuando oyó
hablar de Jesús, esta mujer se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó
la capa. Porque pensaba: «Tan sólo con que llegue a tocar su capa, quedaré
sana.» Al momento, el derrame de sangre se detuvo, y sintió en el cuerpo que ya
estaba curada de su enfermedad. Jesús, dándose cuenta de que había salido poder
de él, se volvió a mirar a la gente, y preguntó:
—¿Quién me ha tocado la
ropa?
Sus discípulos le dijeron:
—Ves que la gente te oprime
por todos lados, y preguntas “¿Quién me ha tocado?”
Pero Jesús seguía mirando a
su alrededor, para ver quién lo había tocado. Entonces la mujer, temblando de
miedo y sabiendo lo que le había pasado, fue y se arrodilló delante de él, y le
contó toda la verdad. Jesús le dijo:
—Hija, por tu fe has sido
sanada. Vete tranquila y curada ya de tu enfermedad.
Todavía estaba hablando
Jesús, cuando llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre
de la niña:
—Tu hija ha muerto. ¿Para
qué molestar más al Maestro?
Pero Jesús, sin hacer caso
de ellos, le dijo al jefe de la sinagoga:
—No tengas miedo; cree
solamente.
Y no dejó que lo
acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Al llegar a
la casa del jefe de la sinagoga y ver el alboroto y la gente que lloraba y
gritaba, entró y les dijo:
—¿Por qué hacen tanto ruido
y lloran de esa manera? La niña no está muerta, sino dormida.
La gente se rió de Jesús,
pero él los hizo salir a todos, y tomando al padre, a la madre y a los que lo
acompañaban, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo:
—Talitá, cum (que
significa: «Muchacha, a ti te digo, levántate»).
Al momento, la muchacha,
que tenía doce años, se levantó y echó a andar. Y la gente se quedó muy
admirada. Pero Jesús ordenó severamente que no se lo contaran a nadie, y luego
mandó que dieran de comer a la niña.”
La hija de Jairo y la mujer que tocó el manto de Jesús, son pasajes bíblicos
que también fueron registrados por inspiración del Espíritu Santo, en los evangelios
de San mateo y San Lucas.
Luego de haber calmado la tormenta, Jesús llegó al otro lado del lago y
expulsó los demonios que tenían poseído a un hombre. Este episodio es saltado
de la secuencia del leccionario cristiano en nuestro calendario, para enfocarnos
más en las maravillas que obra la fe en nuestras vidas.
Así las cosas, Jesús regresa al otro lado del lago y, entre la multitud lo
espera un líder de la sinagoga de nombre Jairo; su hija estaba muy enferma y
dada su desesperación se arrodilló ante él y le suplicó que la curara.
Jairo le decía a Jesús, ven y solamente ponle tus manos sobre ella para que
sane y viva.
Podemos observar que este personaje, tiene información de como Dios tiene
que hacer las cosas para que funcionen
Podemos pensar, Jairo conocía de cómo Jesús había sanado hasta entonces a
los enfermos, sabía de su proceder.
Para Jairo Jesús es Dios, el Mesías prometido, de eso no hay dudas; el Espíritu
Santo le muestra a quien acudir y qué debe hacer esa persona para lograr la ayuda
anhelada.
Muy bien, Jesús acepta su petición y decide ir a casa de Jairo
para hacer según la fe de éste le había indicado hacer.
De camino al hogar del líder de la sinagoga le rodeaba
mucha gente que casi no le permitía caminar.
Los amigos de Jairo le dicen que la niña habia muerto, que no moleste más al Maestro, pero Jesús les dice que la niña no estaba muerta, y efectivamente, la niña ante la presencia de Jesús abrió los ojos, nunca estuvo muerta, sino unicamente dentro de los corazones incredulos de sus allegados. Un detalle muy importante es que Jesús le dijo a Jairo, "No tengas miedo". No debemos, ni podemos orar a Dios y tener miedo al mismo tiempo, porque temor y fe son contrarios; la fe echa afuera todo temor, mientras que el temor disipa y anula cualquier manifestación de fe.
Dentro de la muchedumbre había una mujer que tenía una
enfermedad que le producía de derrame de sangre, había pasado doce años y los
médicos habían consumido sus ahorros sin darle solución a su problema de salud.
Cuando oyó hablar del Mesías, pensaba que tan solo con
tocar el borde de su manto sería curada; así mismo hizo, y el derrame cesó al
instante, notando que ya estaba sana.
Por otro lado, Jesús manifestó que salió poder de su
cuerpo y preguntó quién lo había tocado, él mirando alrededor vio a la mujer quien
se arrodilló plena de miedo, y Jesús le declaró que había sido curada por su fe.
¿Acaso Jesús no sabía quién le había tocado (jalado) el
manto? ¡Pues claro que lo sabía, porque estamos ante Dios quien es omnisciente,
conoce todo y a todos!
Pero la pregunte a este punto es ¿Cómo sabía la mujer
enferma que con tan solo tocar la capa se curaría?
Podemos pensar que ya otra persona amiga de la mujer, había hecho así,
tocado alguna prenda de vestir de Jesús y eso la había curado.
Podemos deducir, que anteriormente Jesús se había enojado ante personas que
recurrían a esa práctica de tocarlo para obtener algún beneficio, no solo
físico sino social y financiero, es decir, lo trataban de convertir
en un amuleto de la buena suerte.
Para la mujer enferma, al igual que vemos con Jairo, Jesús es Dios, el
Mesías prometido, de eso no hay dudas; el Espíritu Santo le señala a donde ir
por salud, ya que toda ciencia humana había fallado y, qué debe hacer esa
persona para lograr la ayuda deseada.
He aquí el centro de la curiosidad que surge de ambos
pasajes cuyas escenas se entrecruzan. El ser humano desde que existe, ha tratado
de ubicar un ente que le proporcione toda clase de bienes y beneficios sin
mayor esfuerzo. Ante ese pensamiento, ha surgido entre muchas comparaciones, la famosa “Lampara
de Aladino” de la obra “Las Mil y Una Noches”, en donde Aladino frota una
lampara de aceite y aparece un hosco genio que acuerda con él en concederle
tres deseos.
Muchos “cristianos” confunden la fe, la voluntad de Dios,
y su propio deseo egoísta con disponer de una lampara de Aladino, un cajero o dispensador
de efectivo bancario, o una tarjeta de crédito de consumo ilimitado y sin
responsabilidad en el pago de la misma.
En ambos casos descritos en el evangelio para hoy,
debemos creer que, los personajes tenían una comunión por fe con Dios (Espíritu
santo) quien le mostró la manera exacta de acercarse y pedirle a Dios (Jesús, el
Hijo) con fe, quien intercedería con esa petición ante Dios (el Padre) y ¡voilá
el milagro sucedió! Sencillo, ¿verdad?
Ah, yo quiero lo mismo para mi vida. ¿Cómo le hago entonces?
A ver, primero debo tener comunión con el Espíritu Santo,
bueno, pero eso de leer las Sagradas Escrituras no va conmigo, eso es mucho
esfuerzo para mí.
A ver, ¿y si oro? No, eso es para los religiosos y se ve
como aburrido, es demasiado esfuerzo para mí.
Si ese es su pensar, luego usted no tiene relación alguna
con Dios, porque de entrada, quien le colocará el deseo por las cosas divinas es
el mismo Dios. ¿Y cómo hago que surja ese deseo en mí? Bueno, solamente por los
medios de gracia podrá recibir el Espíritu Santo. Los cuales son a saber: La
lectura o escucha de la Palabra de Dios (Biblia), la aplicación del Bautismo y
la participación de la Santa Cena, Santa Comunión o Partimiento del Pan.
No existen atajos, ni magia, ni adoración de reliquias,
ni intersección de lo creado, para producir milagros de parte de Dios, ni para
influir en el destino eterno de tu alma. Solamente Dios es quien obra la fe,
hace milagros y produce la salvación en el Hombre.
Oremos: Dios Padre eterno, te rogamos de todo corazón,
que todo ser humano pueda entender que no es por su propio esfuerzo que llega a
creer en ti, y que solamente está en tus manos su fe, los milagros y su
salvación eterna, y al mismo tiempo dejemos de creer que tu eres un Dios como el Genio de la “Lampara de
Aladino”.
Amén. Dios los bendiga, y
recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!
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