05 de diciembre 2021
Segundo Domingo De Adviento.
Pastor: Miguel
Moreno
Lecturas:
Lucas
1: 68-79; Malaquías 3: 1-4; Filipenses 1: 3-11; Lucas 3: 1-6
Tema de hoy: No Quiero Estorbos en Mi Camino a Jesús.
Nuestra reflexión para el día de hoy Segundo
Domingo De Adviento, está basada en el pasaje del evangelio que se encuentra en: Lucas
3:1-6 y sobre
el mismo podemos reflexionar lo siguiente:
Auscultando un poco en las Escrituras en el evangelio
de Lucas, notamos que la más reciente aparición de Juan el hijo de Zacarías antes
de este texto que sigue es en el capítulo 1 versículo 80. Allí Lucas nos relata
que Juan como niño se hacía fuerte desde el punto de vista espiritual y que
vivió en lugares silvestres o desérticos, justo hasta el día en que se dio a
conocer al pueblo de Israel.
No podemos pensar ni por un momento que la decisión de
mostrarse ante el pueblo de Israel surgió de la mente humana de Juan, por el
contrario, como leemos claramente, la Palabra de Dios vino hasta él.
De estos llamados de Dios, tenemos muchos ejemplos en el
antiguo testamento; así vemos a profetas como Jeremías quien dice: “El Señor se
dirigió a mí, y me dijo” (Jeremías 1:4).
Dios habló en el desierto a Juan y le pidió que
preparara el camino del Señor Jesús.
Lucas le da una ubicación exacta e histórica al
ministerio de Juan, señalando con detalles en qué tiempo Dios habló a Juan y a saber
nos da las coordenadas para que nadie se pierda: “En el año quince del gobierno
del emperador Tiberio, Poncio Pilato era gobernador de Judea, Herodes gobernaba
en Galilea, su hermano Felipe gobernaba en Iturea y Traconite, y Lisanias
gobernaba en Abilinia. Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes”.
Como podemos valorar, este es el contexto religioso, histórico
y político en el que transcurrirán tanto el ministerio público de Juan el Bautista
como el de Jesús de Nazaret.
El padre de Juan, Zacarías, había profetizado de su
hijo: “Irás delante del Señor preparando sus caminos; para hacer saber a su
pueblo que Dios les perdona sus pecados y les da la salvación” (Lucas 1:76,77).
Y Juan hizo exactamente eso por todos los lugares
junto al río Jordán. De esta manera se cumplieron las palabras que están
escritas en el libro del profeta Isaías 40:3: “Una voz grita: Preparen al Señor
un camino en el desierto, tracen para nuestro Dios una calzada recta en la
región estéril.
Como podemos observar, la predicación de Juan el
Bautista efectivamente preparó el camino para el Salvador de toda la humanidad.
Podemos imaginar por un momento que unos tractores,
compactadoras, aplanadoras y toda suerte de maquinaria pesada era necesaria
para lograr lo que clamaba a viva voz nuestro predicador Juan el Bautista; pero
no, no era ni es así en la actualidad, ya que lo que se necesita para nivelar el
camino del Señor Jesucristo hasta el desierto de nuestros corazones, es tener
una fe viva que surja como resultado de la obra del Espíritu Santo en nuestras mentes
y corazones. No hacen falta ni sacrificios ni imposiciones malsanas de parte del
hombre, solamente la fe en la obra sacrificialmente salvadora de nuestro Señor
Jesús en la cruz.
Para muchas personas las palabras de Juan llegan a ser
incomodas y hasta odiosas, ya que piensan que él fue un predicador exclusivo de
la ley, un predicador del volverse a Dios o arrepentimiento.
Las palabras o expresiones “volverse a Dios o arrepentimiento”
se usan en la Biblia en dos sentidos. A veces solamente tiene como significado:
“dolor o pesar por los pecados”; un ejemplo de esta acepción la encontramos en
el mensaje de Jesús: “Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias”
(Marcos 1:15).
El mensaje de Juan llamando a arrepentirse también
incluía la invitación a la fe en el Salvador por venir.
La respuesta a su predicación del arrepentimiento
incluía tanto el pesar por los pecados como la fe en las buenas nuevas del
perdón de pecados; en fin, Juan efectivamente predicaba ley y evangelio.
El dolor por los pecados cometidos, es la consecuencia
directa de la fe que obra el Espíritu Santo en el corazón del pecador que, en
su desesperación busca un analgésico que calme el sufrimiento, ante la
evidencia de la vida catastrófica que ha llevado hasta ese momento; luego de
cual, en ese camino de pesar se encuentra frente a frente con su Salvador,
quien le otorga la paz y sanidad verdaderas y definitivas ante su situación
espiritual.
Para este segundo domingo de Adviento debemos meditar
en: ¿Qué es eso que estorba en mi vida para que pueda vivir la paz prometida
por mi Señor Jesús? ¿Qué camino debo allanar, hacer recto y liso en mi vida,
para que la fe en mi Señor Jesucristo no encuentre obstáculos de ningún tipo?
¿Qué o a quiénes debo sacar o evitar en vida, para que no sigan siendo tropiezos
recurrentes en la fe que me ha dado o me quiere dar el Espíritu Santo?
Hermanos y hermanas, reflexiones en esto para este
tiempo de Adviento y de esta manera podremos lograr que se fortalezca muestra
comunión con Dios.
Oremos:
Amantísimo
Padre celestial, te suplicamos de todo corazón, que nada ni nadie entorpezca el
camino que existe entre nosotros y la llegada de nuestro Señor Jesucristo a
nuestras vidas.
Amén.
Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!
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