27 de marzo 2022
Cuarto Domingo De Cuaresma.
Pastor: Miguel
Ángel Moreno Villarroel
Lecturas:
Salmo 32; Josué 5:9-12; 2 Corintios 5:16-21; Lucas
15:1-3, 11b-32
Tema de hoy: El Padre Expectante
Nuestra reflexión para el día de hoy Cuarto Domingo
De Cuaresma, lleva como título “El Padre Expectante” y la misma está centrada
en el pasaje del evangelio que acabamos de leer.
La lectura del evangelio asignada para hoy empieza diciendo
que la gente pecadora se acercaba a Jesús para escucharlo, mientras que, por
otro lado, aquellas personas a quienes Dios les había encargado guardar y
enseñar la Escritura, lo que hacen es criticar a Jesús murmurando: «Este recibe
a los pecadores y come con ellos».
Es de observar que los maestros de la ley no se reconocen
ellos mismos como pecadores, sino que, todo pecador siempre va a estar fuera de
sus propias personas y reducido circulo religioso.
Es por demás visible que, si bien los maestros de la ley la tenían a resguardo, pareciera que no la leían ni mucho menos las estudiaban,
porque de ser así tendrían claro lo que el salmo 32 dice en su versículo 5
«Pero te confesé sin reservas mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis
pecados, y tú, Señor, los perdonaste».
Hermanos, ¿Hacemos nosotros como estos religiosos del
tiempo de Jesús? ¿Consideramos nuestro tiempo como perdido al hablarle de
Nuestro Señor a otros? ¿Vemos a algún hermano en Cristo llevando la Palabra de
Dios a personas con mala fama y pensamos? «¡Bah, eso es tiempo perdido!».
Nuestro Señor inmediatamente les contó una parábola
basada en un tema que su audiencia muchos de ellos criadores de ovejas pudieran
entender fácilmente; pero, también dirigida a los intelectuales maestros religiosos
que le criticaban.
Si alguien tiene cien ovejas; mas se le pierde una, ¿es
que acaso no deja a las otras noventa y nueve mientras va a buscar a la única
que está extraviada? Y cuando la encuentra, se la pone contento sobre sus
hombros, es decir carga con ella y no le pesa en absoluto porque la felicidad
le embarga su corazón; luego les declara que en el cielo hay más alegría por un
pecador que es convertido que por noventa y nueve que no necesitan ser
convertidos.
Hermanos, ¿Consideramos a esa única persona que sabemos está sola y triste por el pecado en su vida, para ser evangelizada? O ¿nos quedamos dentro del círculo íntimo de nuestra iglesia para predicarnos unos a otros; personas que no necesitamos de predicación para conversión?
Seguidamente, tomando en cuenta la importancia que representaba el sistema hereditario que regía en esa época, nuestro Señor les relata una parábola muy interesante; Jesús toca ese tópico patrimonial para su enseñanza.
Un hombre tenía dos hijos y el menor le dijo, dame mi parte
de la herencia; vendió sus bienes y llevó una vida de pecado, desenfreno y
dilapidó todo su dinero, de tal forma que terminó trabajando en una granja
cuidando a los cerdos, y era tanta el hambre que sentía que, deseaba comer de
la misma comida que tomaban los cerdos; pero nadie le permitía tomarla.
Finalmente, pensó «cuánto de los trabajadores bajo la orden de mi padre tienen
comida abundantemente», y se dijo «iré a mi padre y le confesaré mi pecado y
pediré que me perdone», y bien así hizo. Cuando aún estaba lejos de casa, su padre
lo vio y corrió desesperadamente a encontrase con él, lo abrazó y besó, y dijo
a sus empleados que le dieran el mejor de los vestido, calzados y anillo, y también
mandó matar el mejor de los becerros para hacer fiesta; porque el padre dijo:
«este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos
encontrado. Y comenzó a hacer fiesta».
Esta parábola recibe el nombre de «el hijo pródigo», «la parábola del padre que perdona a su hijo» y para esta reflexión he querido llamarla «el padre expectante».
De esta parábola podemos ver que el hijo menor tenía su sentimiento
de egoísmo bastante desarrollado, quería ser independiente y voluntarioso, así
como, poner distancia entre él y su padre; también notamos que a su vez tenía
hambre por vivir una vida loca, llena de liberalidad, dispendio y maneras obsequiosas
con todos quienes le rodeaban.
Pronto sucedió lo que tenía que pasar; todo el dinero
llegó a su fin por su mala administración, acompañado con una escasez de alimentos
que atravesara ese país.
Hermanos, ¿nos vemos retratados en ese cuadro del hijo pródigo?
¿Hemos o llevamos actualmente una vida de derroche y mal vivir creyendo que es «una
buena vida»?
El hambre que había tenido por vivir una vida
independiente de su padre se convirtió en el hambre material y biológica que
devora el estómago humano.
En ese momento, recordó que en casa de su padre la
abundancia era lo habitual y dijo: dejaré mi orgullo, ya no me resistiré más, cambiaré
este estilo de vida miserable que he llevado lejos de mi padre y volveré;
confesaré mis pecados cometidos a mi padre y le pediré perdón.
Hermanos, ¿nos dejamos llevar por el Espíritu Santo
cuando quiere obrar la fe en nuestros corazones o lo endurecemos y no nos volvemos
a Dios?
Dice la lectura que el padre lo vio a lo lejos; debemos
creer que el padre salía a la puerta de su casa a cada rato esperando con
ansias ver volver a su hijo. Tal vez lo creía muerto.
Hermano, ¿sabemos que Dios es un Padre expectante, que
nos espera en forma activa, buscándonos por todos nuestros retorcidos caminos?
Al final el padre del joven hizo al igual que lo expresado por Jesús al concluir la parábola de la oveja perdida: «les digo que así también hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve personas buenas que no necesitan convertirse» ¡Hizo fiesta!
Oremos:
Amantísimo
Padre celestial, te suplicamos que podamos reconocer que tenemos un Padre
amoroso en los cielos que nos espera siempre, de tal forma que al ser llamados
por el Espíritu Santo a volvernos a él, no le resistamos en el corazón, sino,
por el contrario le obedezcamos y nos entreguemos arrepentidos a él.
Amén.
Dios los bendiga, y recuerden. ¡¡Sólo Dios Salva!!
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