Revised Common Lectionary - Daily Readings

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Novela «El Terror de Alicia» Autor: Miguel Ángel Moreno Villarroel

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Decimonoveno domingo después de Pentecostés - No quiero ser un pedigüeño fastidioso.

16 de octubre de 2022

Decimonoveno domingo después de Pentecostés.

 

Pastor: Miguel Moreno

 

Lecturas: Salmo 121; Génesis 32:22-31; 2 Timoteo 3:14—4:5; Lucas 18:1-8

 

Tema de hoy: No quiero ser un pedigüeño fastidioso.


El mensaje para el día de hoy, cuando arribamos al día diecinueve después de haber asistido al servicio de celebración de Pentecostés, nos dirige a tratar un tema que es muy particular por decir lo menos, y se trata de la certeza de la ayuda del Señor Dios de Israel.


En el Salmo 121 leído hoy, observamos que Dios dice por medio del salmista en los versículo 1 y 2: « Al contemplar las montañas me pregunto: «¿De dónde vendrá mi ayuda?» Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra». Ya de entrada podemos estar seguros que nuestro único auxilio proviene del Señor Jehová, creador de los cielos y la tierra, de todo lo visible e invisible.


En el pasaje del Antiguo Testamento que hemos escuchado y leído hoy, nos encontramos un Jacob que lucha durante toda la noche con un hombre. Este hombre le dice que ahora su nombre será Israel, porque ha luchado contra Dios y los hombres y ha vencido. Luego Jacob llamó a aquel lugar Penuel porque se dijo a sí mismo «He visto a Dios cara a cara, y sin embargo todavía estoy vivo». En este segmento se aprecia la creencia de los Padres de la fe  en el sentido de que nadie podía ver a Dios cara a cara sin tener como consecuencia directa la muerte inmediata. Jacob, aparte de luchar contra Dios, demuestra tenacidad en no dejarse vencer por la adversidad que presentaba el largo trayecto de la noche.


En la lectura de la epístola dirigida a Timoteo, Pablo insiste a su amigo que permanezca en la fe, que continúe apoyándose en las escrituras que desde niño conoce, le conmina a predicar y que insista en tiempo oportuno o no. Pablo le advierte que llegará un tiempo en que la gente no soportará más la sana enseñanza y se buscarán maestros que les prediquen lo que ellos quieran escuchar. El Apóstol hace hincapié en la persistencia en la oración y el estudio de las escrituras como únicos elementos que nos podrán mantener separados de todos aquellos que al final se perderán tras los falsos profetas que vendrán en los últimos tiempos.


El evangelio para hoy nos trae la parábola de la viuda y el juez o la parábola de la viuda insistente, nos la relata de primera mano nuestro Señor Jesucristo, y en resumidas dice: Había en un pueblo un juez que no temía a Dios ni a los hombres y, por otro lado una mujer viuda que tenía un pleito con un coterráneo. Ella quería que el juez le hiciera justicia, que le decidiera en su causa, porque debemos suponer que ella se sentía con la razón, y que esta decisión le beneficiaría más siendo viuda y podemos pensar que desvalida, tanto física como económicamente. Pues bien, esta señora venía todos los días hasta el despacho del juzgador de su causa; pero este magistrado no quería recibirla. Nos dice Jesús, que la viuda era tan insistente de tal forma que el juez se dijo: esta mujer no va a dejar de molestarme, así que mejor la defenderé y así no seguirá viniendo, no vaya a ser que acabe con mi paciencia. Luego nuestro Dios agregó: «Esto es lo que dijo el juez malo. Pues bien, ¿acaso Dios no defenderá también a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Les digo que los defenderá sin demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?»


Debemos aclarar que en la versión Reina-Valera, en lugar de leerse «le defenderé» dice «le haré justicia». Este término es mejor traducido aquí, ya que, dentro de la lógica y normal desenvolvimiento en la aplicación de la justicia, ningún juez cumple las funciones o le es atribuido el papel de defensor de una causa en especial, de lo que debemos creer que la viuda de la parábola se consideraba y era evidente víctima de una injusticia por parte de su contraparte. Hermanos, Dios no puede atender, defender o favorecer al ser humano que procede injustamente, porque sería contrario a su naturaleza o forma de ser el ser parte de la injusticia.


Entonces, si vamos a recurrir en oración y fe a nuestro Dios, debemos sabernos justos y rectos en nuestro proceder ante los demás cuando se trata de asuntos o situaciones civiles; de lo contrario, sería como un impío que pretende acercarse a Dios y obtener justicia de él.


Hermanos, debemos tener claro que cuando se trata de nuestra salvación eterna, no hay justicia más allá de la obtenida por Jesucristo en la cruz del calvario.


Cuando se trata de asuntos propios de nuestra vida no espiritual, debemos presentar al Juez omnipotente un caso en el cual hayamos dado muestras de una conducta justa, porque sino, es imposible que Dios nos haga justicia, ya que, reiteramos, estaría negándose así mismo y eso es imposible.


Bien hermanos, con dios no nos va a pasar lo que temía el juez malo, ya que, Dios no puede perder la paciencia. En relación a ser insistente y clamar día y noche como escogidos de Dios que somos, no está reñido o es contrario a las palabras que nos dijo nuestro Dios antes de entregarnos el modelo de oración por excelencia, me refiero al Padre Nuestro; leemos en el evangélio según San Mateo 6: 7: «Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios». Lo anterior tiene que ver con las personas que pretenden acercarse a Dios sin creer en que él existe y por supuesto sin fe, y por eso suelen extenderse con palabras repetitivas en sus «conversaciones con Dios». Muchas veces nos encontraremos con personas de diferentes denominaciones eclesiásticas que para dirigirse a Dios, tardan una gran cantidad de tiempo en una oración que podría y debería de ser breve, según las necesidades que se quieran presentar ante Dios, y pareciera como si hablaran a una persona con discapacidad auditiva. Hermanos, lo anterior es errado y hasta inoficioso, porque leemos más adelante en San Mateo 6:8, «su Padre ya sabe lo que necesitan antes que se lo pidan».


Hermanos, lo más importante es la fe con la que usted se aproxima a Dios, lo demás es secundario.


Oremos: Dios Padre eterno, te rogamos que sepamos pedirte con la fe que solo tú nos das y que seamos al mismo tiempo agradecidos por tus tantas bendiciones recibidas.


Amén. Dios los bendiga. Y recuerden: ¡Solo Dios Salva!








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