23 de abril de 2023
Tercer Domingo de Pascua.
Pastor: Miguel Ángel Moreno
Villarroel
Lecturas: Salmo 116:1-4, 12-19; Hechos 2:14a, 36-41; 1 Pedro
1:17-23; Lucas 24:13-35
Tema de hoy: Mi corazón Arde en mi Pecho.
Nuestra predicación está basada en la lectura del
evangelio que hemos leído en el día de hoy y sobre la misma podemos reflexionar
lo siguiente:
Dentro de la historia de la humanidad y sin especificar
nombres, todos conocemos de personajes que, estando en diferente grados responsabilidad
y supervisión han tratado de pasar inadvertidos, ya sea disfrazados o más
modernamente por medio de cámaras de vigilancia, todo esto con el objeto de ver
la verdadera compostura, actitud o pensamientos de sus supervisados o
subordinados. Así, se sabe de presidentes y jefes de Estados que han aparecido
en construcciones de gran importancia para sus naciones y, conocer de primera
mano quien trabaja y quien malgasta el tiempo y otros recursos de esa nación.
Los famosos programas de televisión «jefe encubierto» en el cual el dueños o
presidente de una empresa se disfraza y presenta como un empleado de mediano o
bajo nivel y, se entera de todos los pormenores que se suceden en su compañía,
al final del evento televisivo, el jefe encubierto, premia o desaprueba las
conductas de sus empleados tomando en cuenta lo evidenciado por él mismo.
En nuestra historia bíblica asignada para hoy, tercer
domingo de pascua, y la cual es solamente relatada por Lucas, nos encontramos
con algo parecido a lo antes descrito.
Primeramente, el evangelista nos dice que dos de los
discípulos viajaban al pueblo de Emaús. Ellos iban comentando y discutiendo de
todo lo que había sucedido. Uno se llamaba Cleofás y el otro cuyo nombre no se
menciona pudiera tratarse de la esposa de este último, aunque otros dicen que
pudo haberse tratado del mismo Lucas, tomando como analogía para creer esto en
la usanza de Juan, cuando se mencionaba así mismo en forma velada al expresar
«el discípulo amado».
Jesús los acompaña en el trayecto del camino y conversa
con ellos; dice la Palabra de Dios que, aunque lo veían algo impedía que le
reconocieran. El Señor les pregunta de qué discuten, y ellos le responden con
extrañeza que, si era el único que ha estado en Jerusalén y no sabe nada de lo
ha sucedido. Nuestro Señor les pregunta desde incógnita presencia que le digan
qué es lo que ha acontecido y ellos confiesan que su conversación trataba de
Jesús de Nazaret, quien era un profeta poderoso delante de Dios y los hombres,
y como había sido entregado a muerte de crucifixión. Ellos manifiestan su
creencia de que Jesús les libertaría de la bota romana, es una constante en los
evangelios que ellos no esperaban la resurrección de su Maestro; pero sí que se
convertiría en un dirigente político y revolucionario que daría culminación al
yugo romano.
También existe el detalle que no habían ni atendido ni
entendido bien todas las veces que Jesús les profetizó que, al tercer día se
levantaría de entre los muertos, no dijo nunca que sería a las horas o al día
siguiente, ni tampoco a los dos días, sino justo a los tres días de ser
sepultado. Algunas mujeres fueron al sepulcro y lo hallaron vacío y algunos de los
discípulos fueron también a la tumba y la encontraron como habían descrito las
mujeres.
Luego de lo anterior Jesús pasa a hacerle una reflexión; pero esto como algún conocedor más de la escritura: ¡ustedes son lentos y les falta capacidad de entendimiento acerca de todo lo que escribieron los profetas! Les hace un relato explicativo y preciso de todos los segmentos de la escritura que se referían a él directamente.
Jesús en su caminar con ellos, hace como que va a seguir
de largo y los dos discípulos le obligaron a quedarse con la excusa de que ya
estaba cayendo la noche. Estando en la mesa tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió
y se lo dio. Dice la palabra de Dios que, en ese instante se le develaron los
ojos y se dieron cuenta que habían estado hablando con Jesús; mas él
desapareció.
Muchos han dicho que este «partimiento del pan» tal como
lo vemos en Hechos Capítulo 2 Versículo 42 y en otros pasajes se refieren a la
Santa Cena del Señor, aunque «partir el pan» también puede significar tener una
comida con alguien. En el caso de los dos discípulos de Emaús, notamos que
Jesús no compartió el vino, por lo tanto, creemos que no se trató del Sacramento
del Altar.
Hermanos, lo que sí es cierto, y es una realidad de la fe cristiana, es que cuando participamos
de la Santa Cena, inmediatamente vamos a reconocer a Nuestro Señor Jesucristo
presente ahí con nosotros.
Dice la biblia que se dijeron uno al otro: ¿no es verdad
que sentíamos un calor en el corazón cuando nos hablaba y nos explicaba la
Santa Palabra?
Luego emprendieron el viaje y se reunieron con los discípulos
y estos les dijeron que ciertamente había resucitado y se había aparecido a Simón.
Los dos discípulos a su vez les contaron lo que habían
vivido en el camino de Emaús.
Hermanos, en el camino de la vida, nos vamos a encontrar muchas veces con nuestro Salvador, pidamos a Dios el Espíritu Santo que sepamos reconocer su presencia en nuestras vidas.
Oremos:
Amantísimo Padre celestial, te rogamos, que nos permitas
estar atentos para de esta manera poder reconocer la presencia gloriosa de
Nuestro Señor Jesucristo en nuestras vidas y, que estas sean vividas a la plenitud
de tu voluntad eterna.
Amén. Dios me los bendiga y recuerden. Solo Dios Salva.
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