03 de septiembre de 2023
Sermón Decimocuarto Domingo Después de Pentecostés.
Pastor: Miguel Ángel Moreno Villarroel
Lecturas: Salmo 26:1-8 Jeremías 15:15-21 Romanos 12:9-21 Mateo 16:21-28
Tema de hoy: Quiero ser un buen discípulo de Jesús.
Hermanos, vamos a reflexionar sobre el Evangelio leído hoy, el cual nos muestra un diálogo entre Jesús y sus discípulos que resulta muy interesante para la cristiandad, ya que nos muestra la forma en que solo él conoce los corazones y nos enseña cómo ser un buen discípulo de Cristo.
Estimados hermanos, venimos de asistir a la confesión de Pedro y de la potestad de anunciar el perdón de pecados dado por nuestro Señor Jesucristo a su Iglesia
Recordemos que, Pedro, dando una muestra de su carácter reactivo respondió: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» Jesús alabó y reconoció que en Pedro había influido Dios Padre, quien le había revelado esa verdad al discípulo y cómo a partir y basado en esa confesión que acababa de hacer, él construiría su Iglesia; y así sucedería. También hablamos que en el momento actual, cada persona que hace esa misma confesión se convierte en una roca que sirve perfectamente a la conformación arquitectónica de la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo.
En esta oportunidad que nos da la lectura de la Santa Palabra, entendemos según lo que nos expone Mateo, que, desde ese episodio anterior, Jesús empezó a explicar a los discípulos acerca de su pasión y muerte, así como, del cumplimiento de la misión que le encomendara su Padre, la cual él libremente aceptó llevar a cabo. A Pedro esta profecía de su Maestro que decía que tendría que morir, no le pareció nada buena y otra vez en forma impulsiva le dice a Jesús: «Señor ¡ten compasión de ti mismo! ¡Que esto jamás te suceda!» Jesús se volvió rápidamente hacia él y le reprendió diciendo: «¡Aléjate de mi vista Satanás!¡Me eres un tropiezo! ¡Tú ves las cosas desde el punto de vista humano y no como las ve Dios!»
Hermanos, el mismo hombre que había sido inspirado por el Espíritu Santo para confesar que Jesús era el Hijo de Dios, el Mesías esperado; ahora era tomado por Satanás para tratar de impedir la misión salvífica de nuestro Señor Jesucristo de morir por todos nuestros pecado y, vencer la muerte con su resurrección. ¿Con qué podemos comparar este diálogo? Yo diría que, alguien que tenga un hijo con una enfermedad renal y éste necesitara un trasplante de riñón para seguir viviendo, el padre dijera que él está dispuesto a donar sus dos riñones y su propia vida, y luego viniera alguien, se le acercara y le dijera que no hiciera eso. La persona que le ha contrariado, no está viendo que ese padre procede con el más grande amor jamás visto en algún tiempo. Bien, en nuestro pasaje, Pedro no pudo ver más allá, y no porque desconociera la misión de Cristo, sino, porque el diablo se oponía a que nuestro Señor y Dios, cumpliera su misión de redimirnos y salvarnos por el infinito amor, y sacrificio que desde antes de la creación del mundo había sido planeado.
Luego, Jesús pasa a darle ciertas directrices a sus discípulos: si alguien quiere seguirlo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y lo siga. Negarse a sí mismo es entendido como el que ha dejado el egoísmo de la comodidad, el protagonismo o el figurar, por decir solo unas pocas de las conductas vanidosas que todos los mortales padecemos y exhibimos, y vivir con el propósito de caminar por la fe en nuestro Señor Jesucristo, como único ejemplo de conducta a seguir, haciendo siempre distinción entre la ley (que le impone cargas pesadas al pecador impenitente) y evangelio (que le muestra al pecador arrepentido, todo el perdón y salvación ganados por Jesús por en la Cruz). El que quiera salvar su vida, la perderá, debemos entenderlo que es cuando no aportamos nada a este mundo caído y necesitado de un Salvador (Jesucristo) porque no le conocemos, y por el contrario, todo aquel que es cambiado por el Espíritu Santo en su forma de existir, disfrutará de la vida abundante que es en Dios.
Pasamos toda una vida acumulando tesoros y para ello, abandonamos padre, madre, cónyuge e hijos y, al final de nuestra vidas, cuando la muerte hace acto de presencia, todo ese tiempo que cambiamos de estar con nuestros seres amados por ir detrás de las cosas materiales, nos pesa, nos entristece y, quisiéramos mover las manecillas del reloj hacia atrás para resarcir los momentos que nos auto robamos, y todo por la insensatez de nuestros pensamientos que, no los pusimos donde debieron ser puestos, en nuestro Salvador (Jesucristo) y sus enseñanzas eternas en unión de nuestros seres queridos.
El Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles y, en ese entonces pagará a cada quien según haya sido su obra. No podemos tomar la vía fácil de pensar que con ciertas obras de caridad que hagamos por aquí y por allá, el Señor Jesucristo nos pagará con una vida de gloria eterna junto a él; no, eso no debe entenderse de esa manera. Toda buena obra hecha con y como producto de la fe puesta en Jesús y que proviene de Dios, tendrá su buena paga; mas aquellos que hicieron el mal, recibirán su paga con la muerte eterna en el lugar que arde con azufre y fuego, tal como lo asegura la Santa Palabra de Dios.
Oremos:
Amantísimo Padre Celestial, danos mentes dispuestas y llenas de fe hacia tus promesas eternas, para comprenderlas, aceptarlas y propalarlas a todos aquellos que necesitan y desean ser tus discípulos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén. Dios los bendiga y recuerden: ¡Solo Dios Salva!
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